La Habana, Cuba. – En su breve pero intensa saga de imposición de aranceles como forma de presión contra otras naciones, el presidente estadounidense Donald Trump no ha mostrado un cariz tan marcadamente político como en el caso de Brasil.
El dictamen que elevará en un 50% los impuestos a los productos brasileños que se venden en el mercado de Estados Unidos resulta, además, bochornosamente injerencista.
No se trata, como en otras ocasiones, de regular una balanza comercial con pérdidas para Washington: durante el año pasado, el intercambio de compra-venta entre ambos países arrojó un superávit para la nación del Norte.
El declarado propósito de Trump es torcer el rumbo de la justicia brasileña y que se exima al expresidente Jair Bolsonaro del juicio que se le sigue, y del que pudiera salir condenado, entre otras causas, por intento de golpe de Estado.
Atentado a la soberanía
La respuesta que prepara el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva al injustificado aumento de aranceles dictado por Trump será comercial, pero encierra, obviamente, un mensaje político.
Detrás de las presiones del Presidente de Estados Unidos para que Bolsonaro sea exonerado de culpas, pueden estar las simpatías hacia un mandatario que hizo de Trump su paradigma, y se convirtió en su aliado.
Pero también pudiera pesar la cercanía de las presidenciales del año próximo en Brasil, donde la derecha todavía no tiene otro candidato, y pese a que su defendido ya fue inhabilitado por ocho años para ocupar cargos electivos.
Las pruebas que lo involucran en el intento para evitar que Lula asumiera la presidencia en enero de 2023, están ahí. Ceder a las presiones de Trump sería burlar a la justicia y entregar la soberanía.