La Habana, Cub a.- Si no fuera algo muy serio, no habría más remedio que reírse de la insensata intervención de Donald Trump en Miami.
Ha sido un discurso cargado con una primitiva retórica que le sirvió para anunciar la reversión de la política hacia Cuba.
No está claro cuál será el alcance de las medidas y ni siquiera cuando entrarán en vigor, pero lo cierto es que tendrán un impacto sobre el turismo y el comercio, pero en las dos direcciones porque las economías de ambos países serán dañadas.
El veneno anticubano, que inocularon Marco Rubio, Mario Díaz Balart y otros malos asesores, también actúa sobre la mayoría de los norteamericanos que desean una relación normal con Cuba.
Como si fuera poco, la gracia podría costarle a la economía estadounidense hasta seis mil millones de dólares y la pérdida de 12 200 puestos de trabajo.
Lo que no pudieron
El grupito de la ultraderecha miamera quería mucho más de lo que hizo Trump.
Al final, no pudieron cerrar la embajada en La Habana, ni liquidaron los acuerdos migratorios, ni reactivaron la política de pies secos y pies mojados.
En su alocado discurso, el Presidente norteamericano adelantó que reforzaría el bloqueo, una acción que, dijo, defenderán en los foros internacionales.
Nada de eso asusta a Cuba a esta altura del juego, cuando hemos visto pasar a 12 pitchers por el box de la Casa Blanca, hemos resistido todo tipo de planes subversivos y nos la jugamos con la amenaza de una guerra nuclear.
No es ese recordatorio un intento de disminuir la importancia de las medidas anunciadas, sino apenas una enumeración para hacer un poco de memoria ante un discurso ridículo, que solo hace recordar que se busca un payaso para Circuba.