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Si alguien no se ha percatado aún, el mundo está pasando por uno de los instantes más riesgosos de su existencia. ¿Las causas? La total irresponsabilidad y torcedura moral y política de buena parte de los líderes del titulado Occidente Colectivo frente al conflicto que Washington generó en Ucrania con respecto a Rusia, las no pocas ansias de protagonismo individual, y el matrimonio con la mentira y la manipulación.

Con toda claridad, desde el Poniente, el gobierno de Yoe Biden, tanto por el apego endémico de demócratas y republicanos al hegemonismo, como por el interés de vetusto presidente gringo de seguir arreando al país, insiste en mantener la guerra en suelo ucraniano.

A ello se suman no pocos personajillos europeos que, incapaces de oponerse a la vergonzosa tutela norteamericana, ahora se proyectan como “señores de la guerra” arrebujados en el traje de la OTAN.

Jugando con fuego

A estas alturas Francia ya envió a su Legión Extranjera a la moledora de carne del frente militar ucraniano, y hasta habla, junto con otros insensatos, de que la OTAN cruce la frontera si el régimen de Kíev se las ve en la picota.

Sin dudas, una invitación tácita al inicio de un enfrentamiento frontal entre el “Occidente basado en reglas” y Moscú, que inevitablemente conduciría a la destrucción nuclear del planeta.

Por demás, un capricho servil que ignora los intereses vitales de sus propios pueblos y los impulsa al matadero para que–presuntamente- el Washington hegemónico, desde lontananza, recoja luego las cenizas en el Viejo Continente, como ya hizo de alguna manera luego de la Primera y Segunda Guerras Mundiales.

Papel neto de acémilas para foráneos a cuenta de ripios imperiales venidos a menos.