La Habana, Cuba. – Cuando se repasan los más inmediatos episodios políticos latinoamericanos, sin dudas surgen siempre asuntos que meditar.

Entre ellos suma el hecho claro de que el hegemonismo neoliberal gringo y sus cómplices locales están activos y poseen todo un fuerte arsenal mediático de argucias y de fuerza para intentar imponer sus designios al Sur del Hemisferio.

Por otro lado, pesan los no pocos devaneos, ingenuidades y traspiés de los grupos y entidades progresistas, muchas veces apegados a la impuesta premura pública por ver resueltos sus miles de dislates económicos y sociales, y su todavía susceptibilidad, sembrada y acrecentada por siglos de explotación, de creer en campañas y discursos demagógicos y manipulados.

Son realidades vigentes, y aplicar a ese cuadro visiones voluntaristas sería errar.

Casos a la mano

Así, los factores citados en el minuto anterior de estas reflexiones, explican por estos días, entre otros dislates, la ejecución de un ya borrado golpe de estado en Bolivia; la existencia de un declarado fascista, Jair Bolsonaro, como presidente de Brasil; o el muy reciente porrazo electoral contra el sector progresista que ejerce el gobierno en Argentina.

En todos los casos, la fuerza bruta, la manipulación, o las deficiencias propias, junto a un cuadro nacional desastroso heredado del pasado y sin condiciones de ser subsanado con la rapidez esperada por muchos, terminaron por favorecer a los segmentos más reaccionarios y entreguistas de esta, nuestra vapuleada región.

Son experiencias que deberían servir de advertencia a la izquierda regional para enrumbar de forma más certera su quehacer.