El endeble alto al fuego en Gaza parece zozobrar otra vez. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo que retrasaba la liberación de los más de 600 presos palestinos que debió excarcelar el sábado como parte del plan acordado con Hamás.
Según la oficina del Premier, Tel Aviv considera «humillantes» las condiciones en que fueron liberados algunos de los rehenes israelíes que ha devuelto el movimiento armado palestino.
Pero todo pudiera indicar una jugada de Netanyahu para justificar un eventual reinicio de las acciones, o imponer nuevas condiciones.
Durante una ceremonia de graduación de oficiales este domingo, el Primer Ministro prometió desmilitarizar la Franja pero, al propio tiempo, dijo que sus tropas están listas para regresar en cualquier momento al combate intenso, y que tienen planes operativos listos para ello.
Segundas intenciones.
Parece que, incluso, algo tan importante como la devolución de los rehenes que quedan en poder de Hamás, puede ser puesta en juego por Netanyahu a cambio de sus objetivos políticos.
Pese a la presión de la ciudadanía israelí por lo mucho que dilató el acuerdo y el regreso de los rehenes, Netanyahu quiere imponer otras condiciones.
Un informe divulgado hace cuatro días por la televisión de su país, señaló su exigencia de que los líderes de Hamás sean exiliados de Gaza, y que Israel continúe manteniendo el control de seguridad.
Ello equivaldría a mantener la ocupación. Hamas había propuesto antes liberar al resto de los rehenes si la tregua era permanente, y si la Franja se desmilitarizaba.
Con estos antecedentes, el retraso de Israel en la nueva liberación de presos palestinos, bien puede verse como una provocación que pone en peligro la tregua.