La Habana, Cuba. – El 28 de enero es una fecha sagrada para los cubanos. Señala el día del nacimiento, en cuna humilde y honrada, de José Julián Martí y Pérez.

Hace hoy 171 años, pero -lejos de parecer una idea delirante- puede afirmarse que sigue vivo y cada día más necesario en la brega revolucionaria. Esa que él inició con su proyecto visionario y redentor para edificar una sociedad basada en los pilares de la justicia, la moral, la libertad.

En mi tierra lo que se ha de hacer será, y el puesto más difícil y el que exija desinterés mayor, ése será el mío, sentenció aquel genio político, poeta luminoso, escritor formidable. Y así lo hizo.

Pudo pasar a la posteridad entre los precursores de la literatura modernista, con versos -como él dijo- que jamás salieron recalentados, ni artificiosos ni recompuestos de su mente. Pero para Martí el compromiso político fue vocación de vida.

Firme, la obra martiana

José Martí nos acompaña en el coraje necesario para sortear vendavales y tribulaciones; para desbrozar el camino de espinas y emboscadas. Su ideario, tan vigente, es antídoto que salva frente a la ponzoña de quienes lo ultrajan con soberbia despreciable.

Martí convive con nosotros. Desde sus textos contundentes aconseja sobre la trascendencia de unir, amar, edificar; enseña que nada complace tanto como servir a la Patria; reafirma la confianza en los jóvenes que -cual pinos nuevos- retoñan vigorosos y resistentes para conducir los destinos de esta Cuba libre, digna y soberana.

Aprender de Martí hace crecer. Ahí está su obra inagotable. Bienaventurados los cubanos por seguir contando en esta hora crucial con la prédica de ese hombre íntegro que supo de sufrimientos e incomprensiones, pero jamás claudicó. Martí está aquí, continuando su obra.