La Habana, Cuba. – La probabilidad de que el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, visite México en las próximas semanas, pudiera entenderse como un intento de presionar la presencia militar que la jefa de Estado de esa nación ha negado.
Fue la propia Claudia Sheinbaum la que informó acerca del posible, 24 horas después de desmentir que se acordase con la Agencia Antidrogas de Estados Unidos un proyecto denominado Portero que, obviamente, contemplaría la presencia de los funcionarios norteños en la frontera mexicana.
El tema es sensible porque acaba de divulgarse la presencia en aguas del Caribe de unos cuatro mil soldados estadounidenses, supuestamente, para enfrentar el narcotráfico, lo cual significaría una amenaza latente a la soberanía de las naciones del sur de la región y, concretamente, de Venezuela, de cuyo territorio se hallarían cerca esos efectivos, y la parafernalia militar estadounidense.
Vieja estrategia intervencionista
El uso de los militares estadounidenses, supuestamente, para combatir el narcotráfico en América Latina, data de los años de 1980, cuando el auge del tráfico de estupefacientes fue la mampara para el despliegue de efectivos de Estados Unidos en el sur del continente, justo cuando los movimientos populares se movilizaban por cambios, y existían en la región distintas organizaciones insurgentes.
Ahora la excusa es la denominación de terroristas que Donald Trump ha dado a las bandas de narcotraficantes, como denominó a siete cárteles desde el inicio de su mandato.
La semana pasada trascendió que fue un decreto suyo, transmitido de modo secreto al Pentágono, el que instruyó el despliegue militar en el Caribe. La medida amenaza sobre todo a Venezuela y su proceso bolivariano, que siguen bajo el asedio estadounidense.