La Habana, Cuba. – Macron podemos volver a empezar, grita un grupo de jóvenes en la actual Plaza de la Concordia, antigua Plaza de la Revolución.
En ese céntrico sitio de París, hace 230 años fue guillotinado el Rey Luis XVI en uno de los sucesos más trascendentes de la Revolución Francesa.
Ahora, la sangre no ha llegado al río, pero las protestas populares, que duran casi diez días, han puesto contra las cuerdas al presidente galo, cuyo gobierno se salvó por los pelos de una moción de censura.
Todo ese revuelo, con huelgas, violentas manifestaciones en las calles y broncas en el Parlamento, tiene como origen una controvertida reforma de pensiones impulsada por decreto por el gobierno francés para extender los años de trabajo necesarios y la edad de jubilación, medidas que cristalizaron la insatisfacción general.
Desconfianza política
Las actuales protestas en Francia, que han tenido una buena carga de violencia, recuerdan lo sucedido hace cuatro años, cuando el gobierno subió el impuesto a los combustibles.
Las manifestaciones de los Chalecos Amarillos generaron entonces el corte de carreteras y masivas protestas sabatinas, un fantasma que regresa del pasado a la Francia contemporánea.
Lo que sucede ahora es la expresión de la desconfianza de la ciudadanía gala en la élite política y en particular en el presidente Macron, quien por segunda vez tiene que soportar la hostilidad popular general.
La imposición de la reforma a la ley de pensiones ha puesto en entredicho el mandato presidencial, que se extiende hasta 2027, pero está amenazado por el descontento generalizado que en las calles hace temblar hasta la Torre Eiffel.