La Habana, Cuba. – Desde hace varias semanas, Estados Unidos y sus principales aliados europeos agitan un nuevo fantasma: Rusia se apresta a invadir a Ucrania.
En Occidente, círculos políticos y medios informativos repiten machaconamente que el oso ruso afila las garras para lanzarse sobre la cándida doncella ucraniana. Ahora todos omiten que el origen del conflicto está en las expresas aspiraciones de Kiev de ingresar a la OTAN, algo que significaría violar la línea acordada entre Washington y Moscú.
La llegada de la Alianza Atlántica a las fronteras rusas pondría en riesgo la seguridad de esa nación, como ha advertido el presidente Vladimir Putin.
Lo cierto es que detrás de tanta alharaca mediática y corre corre diplomático está la voluntad estadounidense de atacar a un país que desde hace muchos años miran con ojeriza y consideran un rival geoestratégico.
Jugando con fuego
Nadie saldría ganando de un conflicto en el este de Europa, que involucre a Estados Unidos, la OTAN y Rusia.
No obstante, Washington sigue utilizando a Ucrania como un pretexto para contener la influencia rusa en el Viejo Continente, que tiene una creciente dependencia del gas que llega a través del Báltico. Y en el intento, que parece una peligrosa apuesta, se atiza un inexistente conflicto armado y la imposición de sanciones a Moscú.
Ambas medidas tendrían un impacto global, porque una guerra entre potencias nucleares pone a cualquiera la piel de gallina, y un castigo económico a Rusia también tendría reflejo en el comercio mundial. Pero como siempre las mentiras seguirán corriendo porque los ataques mediáticos contra Moscú continúan a pesar de que todos hablan de una terrible invasión que no llega.