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La Habana, Cuba. – El mundo contempla, espantado, el genocidio: la salvaje agresión sionista contra la Franja de Gaza sumaba hasta ayer más de 6 mil 500 muertos, sin contar los miles de heridos y víctimas del asedio sobre una zona bombardeada y bloqueada, sin medicinas, agua, ni alimentos.

Ni siquiera el dramático llamado del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, a un alto el fuego humanitario de manera inmediata, ha detenido la masacre. Por el contrario, la prepotencia israelí no solo desoyó la exhortación.

Tel Aviv acusó al titular de la ONU de parcializarse del lado palestino, y exigió su renuncia. Mientras, la comunidad internacional parece incapaz de detener la matanza, luego de que el Consejo de Seguridad fallara otra vez en el intento de aprobar una resolución que detenga la guerra. Tel Aviv sigue actuando con total impunidad.

Una mancha sobre las conciencias

Las escenas son dantescas. Hospitales bombardeados sin el menor pudor, muestran la falta de escrúpulos del alto mando israelí, que prosigue con lo que Guterres llamó un inmerecido «castigo colectivo» que está provocando la mayor cantidad de víctimas entre los niños.

Casi 2 mil 400 menores habían sido asesinados hasta este miércoles, y más de 5 mil 360 se reportaban heridos. Esas bajas han sido consideradas por el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), como una mancha cada vez mayor en nuestra conciencia colectiva.

Pero la agresión israelí contra Palestina dura más de cincuenta años de despojo, gracias al desconocimiento de las resoluciones de la ONU que estipulan la existencia allí de DOS Estados. La paz en el Medio Oriente será una quimera mientras no se reconozca el derecho palestino a su tierra.

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