La Habana, Cuba. – El interés de los vecinos por la Isla caribeña siempre fue del conocimiento suspicaz de nuestros patriotas.

En 1868, José Morales Lemus, ministro plenipotenciario de la República naciente, comunicaba desde Washington a Carlos Manuel de Céspedes: Por lo que respecta a los Estados Unidos tal vez esté equivocado, pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es a apoderarse de Cuba sin complicaciones peligrosas para su nación y entretanto que nosalga del dominio de España, siquiera sea para constituirse en poder independiente; este es el secreto de su política y mucho me temo que cuanto haga y proponga, sea para entretenernos y que no acudamos en busca de otros amigos más eficaces o desinteresados.

Entretener y pautar los tiempos hasta que por su propio peso Cuba cayera de rodillas, formó parte del Destino Manifiesto.

Las trampas imperiales

Ha pasado tiempo, poco ha cambiado el método, y han renovado los procedimientos. La desidia es parte de la hostilidad.

La aparente falta de interés por normalizar las relaciones estiran y encogen los tiempos, asomando conversaciones o retrocediendo mediante sutilezas políticas, recordemos el “síndrome de La Habana”, recurso que dio marcha atrás al deshielo de Obama.

Pareciera que el actual gobierno norteamericano no trata de promover el capitalismo en Cuba, sino de “clarificar más el socialismo”. Exige transformaciones mientras grita al mundo que el gobierno cubano no está en condiciones de concretarlas, a la vez que mantiene las presiones.

El pueblo, culto políticamente, reconoce la jugarreta y devela en cada acto cívico el acompañamiento al socialismo en perenne construcción, con sus propios recursos y esfuerzos. El camino seguro, enfrentarlos con inteligencia.