Pudiera decirse que los BRICS, nacidos en 2010 con Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, alcanzaron su mayoría de edad el año pasado, cuando decidieron la incorporación de cuatro nuevos miembros en su cita de Johannesburgo. Ahora, el grupo madura.
Así lo demuestra su XVI Cumbre, que concluye este jueves en la ciudad rusa de Kazán teniendo ya a Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Arabia Saudita como sus miembros.
Aunque los acuerdos alcanzados se conocerán con detalle hoy, resulta obvia la consolidación de este mecanismo, que atrapa el interés del Sur, y en el que el mundo rico no vislumbró que se gestaba un contrapeso.
De la consolidación de los BRICS da cuenta el hecho de que ya reconozcan y proclamen su poder de ruptura de la unipolaridad, y su capacidad —y su voluntad política— de ir construyendo un nuevo orden.
Más que deseos
Pero la voluntad de cambiar el mundo no bastaría sin la capacidad económica necesaria para lograrlo. Los BRICS tienen ambas cosas. Su nivel de crecimiento sitúa hoy a su PIB anual por encima del que reportarán, en diciembre, los siete países más industrializados del orbe.
Además, la puesta en práctica de mecanismos de intercambio propios, y la comprensión acerca de la necesidad de cooperación, hace más viables y expeditas las relaciones comerciales y financieras entre sus miembros, como lo será con los países Socios, seguramente, en un futuro cercano.
Esa categoría acaba de ser aprobada en la Cumbre de Kazán, lo que satisface el deseo de algunas de las más de 30 naciones que quieren sumarse, expande su espectro y los fortalece, al nuclear a más naciones que identifican a los BRICS como un polo alternativo en busca del cambio.