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Washington no solo ha vuelto a vetar una resolución del Consejo de Seguridad, que de nuevo intentó llamar a un alto el fuego en Gaza.

Con desfachatez, el presidente Joe Biden ha rechazado el dictamen de la Corte Penal Internacional que acaba de dictar órdenes de detención contra el mandatario sionista, Benjamin Netanyahu, y su exministro de Defensa, Yoav Gallant, por sus responsabilidades en la guerra genocida de Israel en esa localidad palestina.

Ellos pueden ser arrestados en cualquiera de los 120 países miembros del tribunal. Entre las causas que se les señalan están usar el hambre como método de guerra, así como el asesinato, la persecución y otros actos inhumanos, calificados de crímenes de guerra.

El dictamen también condena al líder de un ala de Hamás, Mohamed Deif. Pero Biden dice que es «escandaloso», y no lo acepta.

Washington exhibe sus culpas

Las actitudes de la administración demócrata demuestran, con más impudicia después de las elecciones, su alianza con Tel Aviv, lo que sigue señalándola como cómplice de sus crímenes.

El irrespeto del gobierno estadounidense a las instituciones y leyes internacionales, es total.

Miembros del Congreso se han atrevido a amenazar a la Corte Internacional con usar la fuerza contra ese tribunal, basándose en una legislación nombrada Acta de invasión de La Haya, que autorizaría una acción militar contra esa instancia de justicia «para rescatar a cualquier ciudadano estadounidense o aliado», detenido por ella.

Mientras, el gabinete israelí sigue con las manos libres, y la víspera realizó nuevos bombardeos contra Siria y Líbano, al tiempo que proseguía los crímenes en Gaza. La prepotencia estadounidense sigue amparando la impunidad. ¡Y lo proclama!