La Habana, Cuba. – Huracanes, sismos, epidemias y una interminable violencia social conforman la historia más reciente de Haití, una nación que parece marcada por los desastres de todo tipo.
Desde hace una semana, tras el asalto a las principales cárceles haitianas por una banda armada que liberó a más de 3 mil presos, el país está sumido en el caos y prácticamente sin dirección gubernamental.
Nadie ocupa la presidencia haitiana desde el asesinato del mandatario Yovenel Moise, hace casi un año y medio, por un comando armado conformado mayoritariamente por mercenarios colombianos.
Como si fuera poco, el primer ministro Ariel Henry, está refugiado en Puerto Rico y no se atreve a regresar a Puerto Príncipe, amenazado de muerte por Jimmy Chérizier, alias Barbacoa, el poderoso jefe de una coalición de bandas.
Caos sangriento
Haití es el país más pobre del continente americano y ocupa el lugar 163 de 191 naciones, de acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano que establece la ONU.
Según el Banco Mundial, más del 60 por ciento de la población está por debajo del índice de pobreza. Y ahora, como si fuera poco, la violencia social y política dicta el ritmo de la cotidianidad, con muertes, tiroteos y saqueos, constantes e imparables para las fuerzas del orden.
La Comunidad del Caribe está intentando resolver el problema, hasta el momento sin resultado por la falta de consenso, y una anunciada Fuerza de Paz africana sigue sin llegar.
Lo cierto es que Haití está sumido en un sangriento caos, con el orden democrático fracturado y las instituciones en franca inoperancia. Y lo peor, sin solución a la vista.