
La vida del joven revolucionario de entonces estuvo signada por la superación de tropiezos.
Con una escopeta belga calibre 12, Fidel está solo frente a la Posta 3 del Moncada. Sabedor de que el asalto ha fracasado, ordenó la retirada pero entregó su lugar en un carro a otro combatiente y ahora que todos se marcharon, permanece en plena calle sin compañía.
No suelta la escopeta con la que acaba de sostener un particular duelo con un soldado que trataba de emplazar una ametralladora 50 en el techo del cuartel. No sabe de Raúl, de Abel, de Melba y Haydeé ni de muchos de sus compañeros.
Vive una mezcla de sentimientos: frustración, enojo, preocupación, y sin embargo, a los 26 años, parece indiferente ante la muerte.
En esa marejada de emociones, solo tiene la profunda certeza de que no habrá rendición. “La idea de rendirse no cabía dentro de nuestra concepción”, rememoraría FIDEL muchos años después.
Reveses en victorias
¿Cuántas veces Fidel estuvo al borde del fracaso? ¿Cuántas veces tuvo que saltar colosales escollos? ¿Cuántas veces convirtió un revés en victoria?
La vida del joven revolucionario de entonces estuvo signada por la superación de tropiezos, incluso desde antes del Moncada, pero precisamente esa acción logró convertirla, como dijo años más tarde, en el motor chiquito que encendería la Revolución.
No fue un camino de rosas lo que transitó hasta entrar en La Habana un OCHO de enero. Solo su genialidad política y militar lo llevó a hacer realidad lo imposible y convertir a Cuba en la nación independiente y soberana que deseó Martí
Después, ni ciclones, ni agresiones, ni bloqueo, ni el violento golpetazo del fin del campo socialista fracturaron las ideas de Fidel, cimentadas, desde el Moncada, sobre una sólida fe en la victoria.