La Habana, Cuba. – Las elecciones presidenciales recién celebradas en Nicaragua dieron al líder sandinista Daniel Ortega un nuevo mandato al frente del país, el quinto en su trayectoria política, y el cuarto de manera consecutiva.

Se trata de una importante victoria con más de 75 por ciento de los votos emitidos y una asistencia a las urnas superior al 65 por ciento. Pero además, resultó una contienda comicial ejecutada bajo las sanciones y la agresividad del actual gobierno estadounidense, que aún antes de la apertura de las urnas, ya anunciaba que no reconocería el resultado final de la lid, y que preparaba un nuevo paquete de medidas punitivas contra Managua, sencillamente porque sabía de la amplia preferencia popular de la cual goza el reelecto mandatario nicaragüense.

Cambios positivos

Hay que advertir que ganar las elecciones no implica necesariamente contar con el poder efectivo en una nación. no obstante, esta renovada victoria del Frente Sandinista de Libración Nacional indica que, de alguna manera, ha habido en Nicaragua un ejercicio positivo en la dirección del país que ha impedido el avance de las intentonas agresivas, y a la vez ha impulsado una obra interna de desarrollo económico y social que la mayoría reconoce y apoya.

En pocas palabras, el triunfo popular de inicios de este noviembre es la respuesta de la gente a un tangible avance del país en una ruta hacia metas superiores en todos los sentidos.

De manera que, se demuestra una vez más, que el éxito político del sandinismo radica en la conjunción de pensamiento, palabras, y hechos tangibles, y de su recepción y reflejo favorables entre la mayoría ciudadana.