La Habana, Cuba.- Ecuador, «el mejor socio». Así dijo la secretaria de Seguridad de Estados Unidos, Kristy Noem, tras firmar en Quito el convenio que establecerá un oficial de enlace en Ecuador, y viceversa.
El propósito es intercambiar información para «cooperar en investigaciones criminales, perfeccionar la inteligencia policial y fortalecer la cooperación en seguridad fronteriza», explicó la titular.
Sin embargo, su afirmación de que la nación andina va «a liderar el camino en América Latina» y a ser «el socio central de los Estados Unidos», hace pensar en un objetivo más amplio.
Las reiteradas visitas del presidente Daniel Noboa a su homólogo Donald Trump, la autorización introducida ante el Congreso para que militares extranjeros puedan actuar en suelo ecuatoriano, y su visto bueno para que el Pentágono abra otra base militar en ese territorio, constituyen antecedentes que justifican el entusiasmo de la estadounidense.
Intereses compartidos y sus peligros
El convenio fue suscrito durante una gira de la Secretaria de Seguridad de Trump, que incluyó a Chile y a Argentina, y cuando resulta evidente que Estados Unidos quiere fortalecer su presencia en América Latina y el Caribe, pese al mucho tiempo que le demandan el conflicto Rusia-Ucrania, el desembozado apoyo a Israel y las guerras comerciales con que el Émulo de emperador pretende dominar al mundo.
Pero es obvio que Washington nunca renunciará al que un día fue su traspatio.
Del lado ecuatoriano, la necesidad de Noboa de cumplir con sus promesas de acabar con el narcotráfico y la violencia, y su admiración por el Imperio, le han abierto las puertas a Estados Unidos y pudieran convertir al Presidente de Ecuador en su nuevo delfín.
Ello hace de su país una rampa de entrada a la injerencia, y a una presencia militar que amenaza a otros países de Latinoamérica.