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La Habana, Cuba. – Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos en 2023 hacen recordar aquel bolero popularizado por Panchito Riset que decía «el cuartico está igualito».

La administración de Joe Biden persistió, otro año más, en mantener inalterables las clavijas bien apretadas de una política concebida para desgastar y hacer flaquear al proceso revolucionario cubano.

Las promesas como candidato a la Casa Blanca, de recomponer hasta cierto punto la visión de su antecesor respecto a la isla, se esfumaron de inmediato y ha mantenido la misma línea de su contrincante republicano.

En nada ha aliviado el señor Biden el bloqueo económico, comercial y financiero con todo su engranaje, que impide a Cuba incluso comerciar en condiciones normales con otros países, al negársele el acceso a transacciones y créditos bancarios, bajo amenaza de considerables multas y sanciones.

Juego sucio

En 2023, una vez más, la comunidad internacional patentizó su rotundo rechazo al bloqueo. Pero Washington lo ignora, a pesar de su aislamiento.

Y en su empecinamiento por prolongar la política de asfixia contra Cuba, el gobierno de Estados Unidos, sin evidencia alguna, mantuvo a la isla en la lista de países que considera como patrocinadores del terrorismo. Por supuesto, semejante infamia tiene repercusiones muy graves en la dinámica vital de Cuba.

Rondas de conversaciones en Washington y La Habana evaluaron el cumplimiento de acuerdos para garantizar una migración legal, segura y ordenada.

La parte cubana ratificó su compromiso y advirtió que disposiciones preferenciales de Estados Unidos hacia los cubanos estimulan la inmigración irregular. 2023 fue, en fin, otro año sin cambios sustanciales en relaciones que siguen siendo muy tensas.