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La Habana, Cuba. – Sorprendido por fuerzas al servicio del régimen colonial, tras ser tenazmente perseguido cuando se hallaba en la finca San Lorenzo, en Oriente, el 27 de febrero de 1874, cae en combate herido y se precipita por un barranco, Carlos Manuel de Céspedes.

En ese mambí, excepcional figura del movimiento revolucionario, está la decisión, el valor y la conciencia de que era la hora de la clarinada contra los opresores.

No hubo indecisión ni blandenguería cuando libertó a sus esclavos y marchó al combate. En Demajagua, sembraba la semilla de libertad que tanto fructificó desde ese momento en la Isla y se extendió por diez años.

Con Carlos Manuel de Céspedes, batallaron en la manigua Antonio Maceo, Máximo Gómez, Bartolomé Masó, Perucho Figueredo, Ignacio Agramonte y otros.

En Céspedes, la patria toda

Fue Céspedes el primero en liberar a sus esclavos, sostener un combate mambí y el primer presidente de la República en Armas.

El abogado bayamés fue valeroso en los combates; y ante tamaña bajeza del régimen español, de proponerle cangear a su hijo Oscar a cambio de que claudicara, alzó su voz y dijo que Oscar no era su único hijo: yo soy el padre de todos los cubanos que mueran por nuestras libertades patrias.

Con altísimo honor se convirtió en el Padre de la Patria. Carlos Manuel de Céspedes marcó el inicio de un movimiento revolucionario que cambiaría radicalmente el rumbo de nuestra historia.

Para Fidel  Céspedes simbolizó el espíritu de los cubanos de aquella época, simbolizó la dignidad y la rebeldía de un pueblo, heterogéneo todavía, que comenzaba a nacer en la historia. Por eso Céspedes hoy nos guía.