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La Habana, Cuba. –  El triunfo de Rodrigo Paz como presidente de Bolivia, es el esperado colofón de un quinquenio durante el cual la división del Movimiento al Socialismo ha marcado su salida del gobierno luego de 20 años refundando al país.

Con el telón de fondo de alegados problemas económicos, las diferencias irresueltas entre sus líderes anularon a quienes habrían sido sus mejores candidatos y dejaron el paso libre a la oposición.

Pese a ello, el triunfo de Zamora, considerado de centro-derecha, no es lo peor que pudo pasar.

La llegada de un mandatario de la Democracia Cristiana significará un retroceso para el modelo de justicia social y rescate de la soberanía que ha vivido Bolivia; pero el resultado pudo ser peor de haberse impuesto el candidato derrotado, el expresidente ultraderechista Jorge “Tuto” Quiroga, quien respaldó el golpe de 2019 y se destaca, entre otras cosas, por sus posiciones racistas.

El mal menor

Quizá sea cáustico tildar a Rodrigo Paz, “a priori”, como un mal para Bolivia.

Hasta ahora su discurso no aboga por un desmontaje brutal de las medidas del MAS que dignificaron a los indígenas, recuperaron los recursos naturales, renegociaron los convenios con las transnacionales y colocaron a la nación entre las de mejor PIB de la región.

Pero nada será igual. No ha dicho que cercenará al Estado, aunque reivindica más espacio para lo privado, y una descentralización del presupuesto que otorgue el manejo de un 50% los distintos departamentos.

“Capitalismo para todos”, es su consigna. “Menos Estada tranca”, dice acerca de una liberalización que deje actuar al mercado. Sus asesores han comentado la “necesidad” de reformas a la Constitución en el aspecto económico, lo que apunta a cambios profundos en el modelo. Al MAS toca rearmarse y reposicionarse desde la oposición.

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