La Habana, Cuba. – El 14 de mayo de 1964 Estados Unidos prohibió las ventas de alimentos y medicinas a Cuba, ni siquiera pastillas para aminorar un dolor de cabeza.

Cuatro años antes habían quedado suspendidas otras transacciones como suministros a la entonces decisiva industria azucarera. Ahora, en plena crisis sanitaria, la política de Washington hacia la Isla no ha variado esencialmente.

La condición para cambiarla ha sido que Cuba renuncie a su sistema económico, político y social e imponga uno que bendigan los gobernantes del norte.

El diaro New York Time publicó un editorial en aquella ocasión donde reflejó la preocupación de muchos estadounidenses frente al rumbo futuro de esa política. Señaló que Washington nada ganará provocando hambre a los cubanos, ni ganará amigos en Cuba haciéndolos sufrir por falta de medicinas. 

Hacia otra ruidosa chambonada

Cuba como nación independiente y soberana np se ha plegado, ni lo hará, a las exigencias de Estados Unidos. He ahí el pecado que nunca ha perdonado ni perdonará la jefatura del norte revuelto y brutal que nos desprecia.

Sucesivos gobiernos desde el encabezado por el demócrata John F. Kennedy, hasta el republicano ultraderechista Donald Trump se aferraron a mantener una actitud desaprobada reiteradamente por la Asamblea General de Naciones Unidas y por connotados intelectuales, hombres de ciencias y creadores en general del mundo.

Solo baste recordar las recientes movilizaciones contra el bloqueo impulsadas por amigos de Cuba en el exterior, que tuvieron una gran repercusión.

Nunca durante la historia del hombre sobre la tierra brillaron tanto lo mejor y lo peor de la condición humana. En la próxima votación se adelanta que triunfará, otra vez, lo mejor.

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