Incorporada a la Constitución de Estados Unidos 15 años después de la Revolución de 1776, la segunda Enmienda de la Carta Magna norteamericana resguarda “el derecho del pueblo a tener y portar armas”.
El cuarto presidente de Estados Unidos, Yeins Medison, defendió su uso sin restricciones para ejercer el derecho ciudadano a la legítima defensa. Históricamente esa ha sido la bandera de la Asociación Nacional del Rifle, un poderoso lobby político que siempre soslaya el contexto y salta a exponer ese dogma constitucional cada vez que hay algún incidente mortal, no importa que sea una masacre como la ocurrida en Las Vegas el domingo último.
Es como si esa entidad, con fuerte influencia en el Congreso, desconociera que cada año mueren casi 34 mil norteamericanos, víctimas de armas de fuego.
Dando y dando
Desde la Administración Reagan, no ha habido en Estados Unidos un presidente como Donald Trump tan cercano a la Asociación Nacional del Rifle. Esa entidad hizo campaña por el magnate y hasta le proveyó dinero cuando aspiraba a entrar en la Casa Blanca.
Ahora, en correspondencia, Trump trata de facilitar aún más la venta de armas a otros países con el argumento de que así se crearán nuevos empleos. Como si fuera poco, el mandatario condenó la masacre de Las Vegas, pero no dijo ni una palabra sobre la venta libre de armas, un hecho que muchos señalan como principal causante o al menos facilitador de esos hechos.
Pero no hay que asombrarse por esa omisión, en definitiva que son 50 muertos más o menos, cuando Trump está dispuesto a pulverizar de un cohetazo a 25 millones de coreanos.