Ningún pequeño país se ha desarrollado sin la inversión extranjera, porque con los ingresos propios es muy difícil hacer avanzar a una economía.

Se estima que Cuba necesita cada año la entrada de unos 2 mil millones de dólares, una cifra que francamente aún solo es un sueño. Hasta el momento, la nación no ha podido avanzar mucho en ese empeño, a pesar de las modificaciones conceptuales y legales que se han hecho.

Hoy, las autoridades miran esos recursos con otros ojos, convencidas de que no son un apoyo complementario, sino algo casi imprescindible.

Sin embargo, muchas cuestiones limitan avanzar de manera más ágil en la captación de la inversión extranjera, entre otros factores por el bloqueo, la falta de preparación de negociadores, complicados mecanismos burocráticos, y la existencia de la dualidad cambiaria y monetaria, asuntos que desalientan a potenciales inversores.

Ser más proactivos

El artículo 28 de la nueva Constitución refleja el peso sustantivo que se otorga a la inversión extranjera como elemento activo para desarrollar sectores estratégicos de la economía.

Esa inclusión no es banal, ni secundaria, sino que constituye una forma de ofrecer más seguridad jurídica al inversionista que se establece en el país.

La Constitución que se cocina y la Ley de Inversiones son dos elementos jurídicos que respaldan un actuar más proactivo y sistemático para concretar primero los proyectos y después realizar el proceso inversionista en la forma establecida, de manera ágil y eficiente.

Ya está claro que necesitamos no solo que crezca la estratégica Zona Especial de Desarrollo Mariel, sino todos los sectores de nuestra economía y en ese empeño, la inversión extranjera es decisiva.