La Habana, Cuba. – La proclamación de Nasry Asfura como presidente electo de Honduras ha confirmado la consumación de la denuncia de fraude formulada desde el día de la votación, el pasado 30 de noviembre.
La intervención de Estados Unidos ha sido desembozada y agresiva a favor del aspirante del Partido Nacional, y determinante en los resultados emitidos hace dos días cuando aún faltaban miles de votos por computar en el lento reconteo, según el asesor del Consejo Electoral, Marlon Ochoa, y después de fuertes presiones de Washington.
La intervención estadounidense ha ido desde el llamado del presidente Donald Trump a no votar por la candidata del gubernamental partido, Libertad y Refundación (Libre) ni el del Liberal, y llegó hasta las sanciones al propio Ochoa, acusado junto a un funcionario del Ministerio Público de socavar la democracia.
El señalamiento fue formulado por el secretario de Estado, Marco Rubio.
Un proceso torcido
Irregularidades en el sistema de transmisión de las actas, no uso de patrones biométricos, mensajes amenazando a la ciudadanía con el corte de sus remesas si no ganaba Asfura, y hackeo de cómputos con alteración de los resultados, están entre las anomalías reportadas en Honduras bajo la tutela de los Estados Unidos.
Así pudiera pensarse tras la revelación de audios que dieron cuenta de una confabulación para torcer los resultados con la participación de un asesor presidencial argentino, dijo el funcionario hondureño sancionado.
O atendiendo al insólito hecho de que solo dos magistradas del Consejo Electoral emitieron los resultados cuestionados, luego de que la titular del ente presionara a hacerlo, pese a no haber concluido el reconteo.
Con el giro a la derecha impuesto en Honduras, la Casa Blanca se anota otro tanto en su propósito de acabar con el progresismo en Latinoamérica y el Caribe.