La Habana, Cuba. – Entre los combatientes de las guerras por la libertad de la Isla estuvo el puertorriqueño Modesto Arquímedes Tirado Avilés, comandante del Ejército Libertador.
Tipógrafo emigrado en Estados Unidos, se unió a los ideales cubanos y al iniciar la contienda de 1895, escribió a su amigo Enrique Trujillo: «Si no salgo en la primera expedición de Nueva York, me voy a Cuba solo. He parado mucho plomo y ahora quiero derretirlo».
Fue soldado probado en campos insurrectos y periodista que plasmó la guerra en medios como El Cubano Libre y El Porvenir; mucho antes, José Maceo había escrito: «Habrá expedicionarios que valgan tanto como Tirado, pero ninguno más que él».
Al terminar la guerra, Modesto Tirado, nacido en Ponce el ocho de octubre de 1866, se asentó en la ciudad oriental que lo deslumbrara: Manzanillo.
Martí y Manzanillo
Dos grandes afectos habitaron en el puertorriqueño Modesto Tirado: la amistad con José Martí y la lealtad a Manzanillo, tierra que tuvo como propia y en la que reposan sus restos.
Al Maestro lo siguió en la gestación del Partido Revolucionario Cubano y se declaró creyente fanático de su evangelio tras las palabras en el Masonic Hall por el inicio de la Guerra Grande; Martí lo llamó hombre generoso y artista de la prensa.
En Manzanillo fue alcalde municipal en 1900 e Hijo Adoptivo de la Ciudad; asumió ser oriental, entre otras razones, por el glorioso sacrificio de los cubanos; y la Sociedad de Geografía e Historia de Oriente lo declaró Presidente de Honor por méritos como combatiente, escritor e historiador.
Los bustos de José Martí y Modesto Tirado, Comendador de la Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes, los manzanilleros los colocaron juntos.