Por Adalys Pérez Suárez
Con el prestigio ganado en casi medio siglo de existencia, el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano promete, pese a las difíciles circunstancias que atraviesa el planeta, desarrollar con éxito su edición 46, que tendrá lugar del cuatro al 14 de diciembre próximos.
Al cierre de la convocatoria, el pasado 15 de agosto, se habían inscrito más de 1600 obras, entre películas, carteles y guiones, aunque como es lógico, el mayor número se corresponde con filmes de distintos metrajes.
Actualmente, los distintos Comités de Selección se ocupan del visionaje de las películas, la lectura de los guiones y el análisis de los carteles, con vistas a elegir las obras que, en la Selección Oficial, optarán por los premios previstos en las diferentes categorías del también conocido como Festival de La Habana.
Una alternativa latinoamericana para el cine
Fue en diciembre de 1979, que los cineastas de nuestra región vieron materializado el sueño de contar con un evento para la promoción de las producciones que se realizaban en el Caribe y al sur del Río Bravo.
Había nacido el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, como opción para todas aquellas obras ignoradas por las grandes industrias del séptimo arte, en particular por la de Hollywood, y como premio, se eligió el coral, símbolo de los grandes arrecifes que existen en el Mar Caribe.
Lo más valioso de la intelectualidad latinoamericana ha estado vinculada en algún momento al Festival de La Habana, evento que moviliza a los capitalinos desde que, con diciembre, comienza a escucharse la composición de José María Vitier que lo identifica.