Compartir

El médico, botánico y humanista italiano Giovanni Manardos, nació el 24 de julio de 1462 en Ferrara, actual Italia. Fue discípulo de Leoniceno, quien también fue un importante humanista italiano. Fue profesor de la Universidad de Ferrara por un corto tiempo y se hizo un médico famoso que llegó a ser el médico personal de los reyes de Hungría Ladislao II y Luis II.

Giovanni Manardos, murió el 8 de marzo de 1536 en Ferrara, actual Italia.

Referencias

 

25 de julio.

 

Se funda la villa de Colima, actual México

 

Colima, oficialmente Estado Libre y Soberano de Colima, es uno de los treinta y un estados que, junto con la Ciudad de México, forman México. Su capital es la ciudad homónima, y la ciudad más poblada es Manzanillo. Está dividido territorialmente en diez municipios.

 

Está ubicado en la región oeste del país, colindando al norte y oeste con Jalisco, al este con Michoacán y al sur con el Océano Pacífico. Es el estado menos poblado del país, con 5627 kilómetros cuadrados, el cuarto menos extenso —por delante de Aguascalientes, Morelos y Tlaxcala, el menos extenso— y con 115.65 habitantes por kilómetros cuadrados, el noveno más densamente poblado, por detrás del Estado de México, Morelos, Tlaxcala, Aguascalientes, Guanajuato, Puebla, Querétaro e Hidalgo. Aparte de su capital y de su ciudad más poblada, otras localidades importantes son Tecomán, Armería, Comala, Villa de Álvarez, Cuauhtémoc, Ixtlahuacán, Coquimatlán y Minatitlán.

 

Colima es derivado del náhuatl «Acollima» o «Acolliman», compuesto de «atl» (agua), «colic» (torcido o doblado) y la terminación locativa «-man», traducido como «(el) lugar donde se doblan las aguas» o «(lugar en) el recodo del río».

 

Durante la era prehispánica, la región que hoy ocupa el estado de Colima fue el punto de asiento de varios grupos étnicos que florecieron en el Occidente Mexicano. La región estuvo habitada por varios señoríos que se disputaban el territorio antes de la llegada de los conquistadores españoles. A principios del siglo XVI, los purépecha alcanzaron a dominar hasta las salitreras de Tzacoalco, propiedad de los tecos, a causa de eso el rey Colimán o Tlatoani Colimotl les hacía la guerra y en muchas ocasiones les derrotó, tras la Guerra del Salitre con la que los Tecos tomaron Sayula, Zapotlán y Amula e incluso alcanzaron a llevar su dominio hasta Mazamitla, logrando que el señorío de Colima se convirtiera en el grupo predominante.

 

Después de que los europeos llegaron a un acuerdo con los purépechas, un emisario de Hernán Cortés, de nombre Francisco Montaño, de los primeros que se había aventurado hasta la capital del imperio Purépecha, Tzintzuntzan, recogió y dio a conocer a sus superiores información que decía que al poniente del Señorío del Caltzontzin se encontraba un lugar dominado por el rey Colimotl. Hernán Cortés, pensó en conquistar Colima, pero Juan Rodríguez de Villafuerte precipitó sus planes al desobedecer sus órdenes y ser el primero en explorar la zona, a su llegada a Trojes es derrotado en una emboscada del Rey Colimán. Poco después Cortés decidió encargarle la empresa a Francisco Álvarez Chico. Ese salió con un pequeño ejército por el camino de Toluca, hacia la costa del señorío Purépecha, hoy Michoacán.

 

Al cruzar con los suyos por un pequeño desfiladero, los guerreros del Rey Colimotl atacaron por sorpresa, Francisco Álvarez Chico junto con otros soldados fueron derrotados en el Paso de Alima o Palenque de Tecomán. Después de esa derrota se organizó una nueva expedición, llamada punitiva, que le fue confiada a Cristóbal de Olid que en 1522 había sido enviado a terminar de conquistar el Señorío Purépecha en nombre de Hernán Cortés, pero fracasa en llegar a la tierra del Rey Colimotl. Cortés confía la siguiente expedición a Gonzalo de Sandoval, que finalmente derrota en el Palenque de Tecomán a los tecos o colimecas, donde se rindió el rey Colimán.

 

Tras consumarse la conquista de México, el mismo Gonzalo de Sandoval fundó en Caxitlán la Villa de Colima en términos de Tecomán, el 25 de julio de 1523, pero debido a problemas de insalubridad tuvo que trasladar el asentamiento al lugar que hoy ocupa, denominándola Villa de San Sebastián. En 1533 Hernando de Grijalva zarpó desde las costas de la región para descubrir el Archipiélago de Revillagigedo.

La Orden de la Merced, también conocida como Los Mercedarios, funda en 1607 un convento en toda forma en la entonces Villa de San Sebastián, pero lamentablemente no sobreviven las ruinas que atestiguaban tan importante institución educativa de Colima. Durante la época Virreinal el Puerto de Tzalahua (Manzanillo) se destacó como un importante sitio de defensa y comercio para la Nueva España. Durante el movimiento de independencia, la capital fue tomada por los insurgentes a finales de 1810 sin encontrar resistencia realista y fue recuperada por el ejército virreinal en 1811. Finalmente, en 1857 Colima alcanzó la categoría de estado.

 

El 5 de noviembre de 1864 es la fecha que quedó inscrita en la historia de Colima, al quedar incorporada a la lista de ciudades durante la Segunda Intervención Francesa en México. Exiliado Benito Juárez en los lejanos territorios del norte del país, siendo el coronel Julio García gobernador del Estado, hizo su entrada a la ciudad la Brigada Doway con la que se otorgó protección y abrigo administrativo quedando el estado de Colima incorporado política y administrativamente al gobierno que encabezaba Maximiliano I.

 

Referencias

 

26 de julio.

 

Se pone en marcha la computadora artesanal cubana Silna 999, la segunda analógica de Latinoamérica.

 

Cada época impone sus pautas, condicionadas por hitos de diversa índole que determinan hasta las formas en que la historia reconoce a cada generación: desde beatlemaníacos y vanvaneros hasta los nativos digitales de la actualidad.
Sin embargo, muchos se toparon con imprevistos para definirse dentro de la sociedad. Por eso no me imagino cómo se las ingenió Felipe Ramón Argüelles López, creador de Silna 999, la primera computadora analógica de Cuba y segunda de América Latina, para ajustarse a los convulsos 60 y su carga de prioridades sociales.

El joven estudiante de la Escuela de Ingeniería Eléctrica, adscrita a la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, se empeñó en la aventura de crear una máquina capaz de resolver problemas matemáticos de gran complejidad. Muchos señalaron la determinación de Felipe como una pérdida total de tiempo, al considerar un disparate lanzarse a un terreno desconocido en el país, carente de un soporte científico para apoyar el proyecto.

 

Felipe planteó “Trabajé varios años como técnico en televisión para la General Electric, y luego, cuando inauguraron la Escuela de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Central, matriculé y comencé a estudiar. Ya en ese momento empezaron los problemas, porque me trasladaron para la Planta Telefónica de Cienfuegos, y por tal de continuar los estudios viajaba a diario hasta Santa Clara”.

 

Fue durante una de las conferencias del ingeniero Manuel Cereijo, encargado de la asignatura de Computación, lo que avivó la curiosidad del joven Felipe. El tema versaba sobre una novedad tecnológica de la que no tenía noticia: los amplificadores operacionales, pero él no podía prever que aquella revelación le cambiaría la vida. “Lo único que yo conocía eran los amplificadores de pulso o de corriente externa, pero ya tenía el bichito en el cuerpo, y nada, me puse a averiguar por diferentes vías qué cosa era eso, y sobre todo, si había manera de construir uno”.

 

“Entonces cayó en mis manos una revista estadounidense sobre los avances de la aviación, y allí vi por primera vez lo que eran los famosos amplificadores operacionales. Por las fotografías me percaté de las semejanzas con los circuitos convencionales, y me atreví a montar uno en ‘‘telaraña’’. Con escepticismo y mucha esperanza lo probé, y para sorpresa mía funcionaba muy bien, e incluso, realizaba operaciones integrales. El primer paso ya estaba dado, solo me quedaba avanzar”.

 

Felipe continuó alternando el trabajo y el estudio con su nueva pasión. En una ocasión viajó a La Habana para pasar un curso. Fue en la biblioteca de la escuela, centro, fundado por el Che, donde halló gran cantidad de documentación ¡en ruso! referente a los amplificadores operacionales. Valiéndose de instinto, conocimiento y de traducciones más o menos exactas, descifró las claves de la revolucionaria técnica, y llegó a integrar seis de esos equipos, con los que pudo resolver operaciones preestablecidas.

 

“Tras unos meses de trabajo, llegó de la URSS el ingeniero Héctor Onofre Salvador, y algunos compañeros del Laboratorio me sugirieron que lo incorporara al proyecto, lo cual para mí resultó vital. Él se encargó de la parte automática de la máquina y yo, de la de amplificación”.

 

A modo de ayuda indirecta se sumaron otros profesores, estudiantes e, incluso, un ingeniero radioaficionado, que construyó con recursos propios una fuente especial de energía para abastecer la máquina con los altísimos niveles de voltaje y corriente que requería. “Sin embargo, en la Universidad no podía conseguir otras piezas específicas, por lo que me di a la tarea de recorrer industrias y fábricas de varias provincias del país para recolectar los condensadores, válvulas eléctricas, resistencias, reveladores, etc., que hacían falta para terminar la Silna 999.

 

“Creamos un sueño a partir de componentes electrónicos dedicados a otros usos, o subutilizados en la telefonía y la radio. Gracias a la colaboración de entidades como la antigua Ecodes, la Empresa Telefónica, la Inpud y la Daafar, que nos proveyeron del condensador de 1 mkf que necesitábamos para concluir, pudimos presentar oficialmente, el 26 de julio de 1968, la primera computadora analógica cubana”.

 

La Silna, cuyo nombre rindió tributo a Silvio Navarro, primer doctor en Ciencias de la Computación de Cuba y tío de Héctor Onofre Salvador, sirvió de prueba para las prácticas de los estudiantes de Ingeniería Eléctrica, e incluso, como tema de investigación de varios trabajos de diploma. El equipo, de más de dos metros y medio de largo, incluía un osciloscopio de baja frecuencia, cuya utilidad podría compararse a la de los monitores modernos. La respuesta de las operaciones matemáticas se transmitía en forma de símbolos, líneas y puntos que los especialistas aprendieron a interpretar; aunque una de sus aplicaciones más promisorias radicaba en la simulación de objetos, una de las bases de la defensa militar antiaérea.

 

“En dos ocasiones Osvaldo Dorticós, entonces presidente de la República, visitó la Universidad, y siempre preguntó por la computadora, pues sabía que en toda América Latina solo funcionaban dos, una en México y la otra en Las Villas. Tenía interés por sus potencialidades en el desarrollo de la industria, pero todo quedó ahí, ya que tampoco hubo un empuje mayor por la parte institucional… Bueno, imagínese cómo sucedió todo, que cuando invitamos al rector de la Universidad a la inauguración de la Silna, sus únicas palabras de elogio fueron lo bonito que nos había quedado el ‘‘mueble’’. Son cosas que pasaron, pero lo peor estaba por venir”.

 

Tras un año de labor con la computadora, y por cuestiones de trabajo, Felipe viajó a la URSS. De regreso, un conocido de la Universidad que encontró por la calle le informó que la Silna había sido totalmente destruida tras la adquisición en el extranjero de un equipo similar.

 

“Nadie contó conmigo, y ni siquiera tuvieron la deferencia, en mi ausencia, de informárselo a mi familia. Desde los inicios el proyecto tropezó con muchas incomprensiones, zancadillas y, sobre todo, con celos profesionales. Fue tanta mi ira que destruí los planos originales. Sin embargo, Héctor, mi compañero, emigró unos años después a los Estados Unidos, llevó consigo los bocetos y consiguió trabajar en la NASA. Cuba es pionera en el continente en la introducción del ferrocarril y de la televisión, ¡y hasta en la computación!, pero esa parte se olvidó, como si jamás hubiese ocurrido”. De la Silna 999 sobreviven unas cuantas fotografías y algunos recortes del periódico Granma, y la revista Bohemia, que publicaron en sus páginas varios trabajos y entrevistas con los autores de lo que consideraron una de las mayores revelaciones de la época. Aunque la literatura científica nacional y los planes de estudio de especialidades como la Informática y la Ciencia de la Computación no reconozcan uno de los más extraordinarios episodios de la ciencia de este archipiélago, Felipe Ramón Argüelles López se supo bendecido por el don de los visionarios.

 

La Silna 999 pasó de la novedad al olvido, y aunque los años agrietaron esperanzas y sembraron dudas, aún se le debería devolver su sitio en la historia.

 

Referencias

 

27 de julio.

 

Nace el químico alemán Hans Fischer.

 

El químico y médico alemán Hans Fischer, nació en Fráncfort del Meno, Alemania, el 27 de julio de 1881. Fue a la escuela primaria en Stuttgart, matriculándose en 1899 el Gymnasium de Wiesbaden. Estudió química y medicina, primero en la Universidad de Lausana y posteriormente en la Universidad de Marburg. Se graduó en 1904 y en 1908 obtuvo el doctorado. Primeramente, trabajó en la Clínica Médica de Múnich y después en el Primer Instituto Químico de Berlín, con Emil Hermann Fischer. Volvió a Múnich en 1911 y obtuvo plaza de profesor de medicina interna un año más tarde. En 1913 llegó a ser profesor de fisiología en el Instituto Fisiológico de Múnich. In 1916 obtuvo plaza como profesor de química médica en la Universidad de Innsbruck y de ahí pasó a la Universidad de Viena en 1918. Desde 1921 hasta su muerte tuvo plaza de profesor de química orgánica en el Technische Hochschule en Múnich.

 

El trabajo científico de Fischer estuvo principalmente relacionado con la investigación de los pigmentos de la sangre, la bilis y también la clorofila de las hojas, así como la química de las porfirinas, de los que derivan esos pigmentos. De especial importancia fue la síntesis de la bilirrubina y de la hemina, uno de los componentes de la hemoglobina.

 

Sus numerosos trabajos fueron publicados en Liebigs Annalen der Chemie y en Hoppe-Seylers Zeitschrift für physiologische Chemie, destacando Die Chemie des Pyrrols. Recibió muchos premios y distinciones por esos trabajos, incluido el premio Nobel de Química con el que fue galardonado en 1930 por sus trabajos en la composición estructural de la clorofila y de la sangre, así como por la síntesis de la hemina y la bilirubina. También recibió la medalla Davy y la medalla Liebig (1929).

 

Hans Fischer, murió en Múnich, Alemania, el 31 de marzo de 1945.

 

Referencias