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La Habana, Cuba. – Al incorporarse a la lucha armada en la Sierra Maestra, Celia Sánchez Manduley, por orden expresa del líder Fidel Castro, inició una amplia y efectiva organización de todos los procesos vitales de la guerrilla.

Esa gran responsabilidad le fue dada porque los jefes rebeldes conocían su influencia en los sectores populares y su pasión por contribuir hasta el último aliento con el movimiento 26-7.

Según Armando Hart Dávalos, la medialunera poseía el don de convertir en hechos los más atrevidos proyectos. Dice que era oportuna y efectiva para abordar asuntos que complementaban los debates en reuniones y conversaciones informales.

Además de acuciosa, Celia Sánchez era ejemplar para incorporar detalles decisivos a las indicaciones, encomiendas y resoluciones que se analizaban y autorizaban por el alto mando rebelde, afirmó el comandante Pedro Miret Prieto.

Un singular campamento

La vida nómada de la escuadra de la comandancia del Ejército Rebelde llegó a su fin, con la creación de un sitio operativo en lo más intrincado del lomerío: desde allí, Fidel dirigiría la guerra.

El peligroso andar entre montañas se sustituyó por un bastión en la zona de La Plata, área escogida por las condiciones naturales y las ventajas estratégicas de su ubicación y entorno amigable.

Celia Sánchez, oficiales, soldados rebeldes y campesinos colaboradores dedicaron muchas jornadas a elaborar el programa constructivo general, que comprendía talar árboles, trasladarlos, montar las cabañas y dotarlas de instrumental útil.

Todo se pensó y ejecutó con la mayor discreción. La comandancia de La Plata se convirtió, así, en adecuado lugar para descansar, orientar, planificar y analizar los acontecimientos militares, políticos y sociales de la Cuba en armas.