La Habana, Cuba. – Personaje anodino en las decisiones de política exterior que está tomando la administración Trump – pese a que él es el Secretario de Estado – Marco Rubio aprovecha el cargo para seguir destilando su veneno contra Cuba.
A ello se dedica desde que presidió la Cámara de Representantes de Florida, y como miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado.
Se afirma que no ha sido tanto su quehacer el que ha impulsado su carrera política como los lobbies que la financian, y que estos le imponen la agenda. A ello, seguro, se deben sus frases de aliento a Israel.
Pero en lo que atañe a Cuba, nadie le dicta nada. Hijo de cubanos que emigraron, Rubio nació en Miami; su familia era humilde y no dejó algo. Sin embargo, se ha sumado a la vieja lista de siquitrillados que se fueron para volver cuando «se cayera la Revolución»… Y allá, con la carga pesada del odio, los están enterrando.
Chantajes y mentiras
Presiones a las administraciones que han ocupado la Casa Blanca, incluyendo el chantaje, han sido la «varita» de esa claque para imponer su agenda contra la Isla.
En el íntering han engordado sus bolsillos, como lo prueba el proceso judicial que ha condenado a BOB Menéndez por corrupto.
Trascendidos muy recientes que publicó el sitio Misión Verdad, develan el vulgar modo en que tres de esos congresistas anticubanos acaban de presionar discretamente a Trump a cambio de sus votos, para que revocara la licencia que permitía a la petrolera Chevron negociar con PDVSA, de Venezuela.
Es el mismo modus operandi delincuencial aplicado durante décadas contra Cuba. Desde su puesto actual, es posible que a Marcos Rubio le resulte más fácil. Pero veremos cuánto le dura, porque algunos estiman que este Secretario de Estado opaco y gris, es desechable.