La Habana, Cuba. – La futura Ley de Empresas Estatales, que debe discutir el Parlamento en diciembre, busca más facultades, modificar las estructuras y ampliar la autonomía de esas entidades.
Sin embargo, aunque exprese un marco regulatorio, esa normativa por sí sola no será suficiente. Está claro para todos que es necesario cambiar gradualmente el entorno en el que trabaja la empresa estatal, para que sea más fácil transitar por un camino que lleve a la imprescindible eficiencia a partir de los resultados productivos.
La idea es que puedan operar en un ambiente donde se tomen decisiones empresarialmente, sin esperar las autorizaciones requeridas hoy.
Hasta ahora, muchos de los mecanismos de trabajo y control de esas entidades están a nivel macroeconómico y administrativo y dejan a un lado lo que en la pelota llamamos el Juego chiquito.
Cambiar las reglas del juego
En diciembre, los diputados tendrán en sus manos la nueva Ley de Empresas estatales, un texto que forma parte del diseño de un profundo programa de estabilización macroeconómica.
Sin embargo, ese proyecto se convertiría en agua y sal si no es acompañado por una transformación estructural de la economía que incluye, entre otros aspectos, una metamorfosis en las empresas.
Si esas entidades no evolucionan, en un breve plazo volvería atrás todo lo que se pretende hacer en la macroeconomía, como reducir la inflación y el déficit presupuestario, por solo citar dos urgencias.
Los cambios en ciernes tienen que hacer que realmente los empresarios sean empresarios, con facultades y posibilidades de tomar decisiones y asumir riesgos. A eso habrá que llegar para alcanzar la eficiencia más allá de la nueva ley.