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La Habana, Cuba. – Desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en abril de 1948, la paz ha quedado fuera de la realidad cotidiana de Colombia.

Ese país, al que García Márquez  puso en el firmamento macondiano, ha estado envuelto en una larga espiral de violencia que marca la vida de los colombianos. Ahora, las cosas se han puesto difíciles nuevamente con el fallido intento del presidente Iván Duque de aplicar una reforma tributaria rechazada de manera casi unánime.

La propuesta, que el gobierno tuvo que echar atrás, generó una movilización social, con paro nacional incluido, que aún sin concluir ha dejado más de una treintena de muertos.

Violencia policial y vandalismo han conformado una peligrosa mezcla en estos días en que prácticamente en todas las ciudades colombianas las calles están tomadas por manifestaciones populares.

Violencia y pandemia

Ni siquiera los acuerdos de paz con algunas fuerzas guerrilleras han devuelto la tranquilidad a los colombianos. Prácticamente todos los días son asesinados exguerrilleros o líderes sociales, una práctica del paramilitarismo, cuyas raíces históricas han calado muy hondo.

Por otro lado, en medio del duro azote de la pandemia, unos 21 millones de personas están en condiciones de pobreza, de acuerdo con cifras gubernamentales.

Ese explosivo coctel también aviva las llamas del descontento social y tiene expresión en las calles de cualquier ciudad de Colombia. La desigualdad, ahondada por décadas de un neoliberalismo rampante, favorece la fractura de una sociedad que paradójicamente vive sobre un territorio rico en recursos naturales, Hoy escondidos bajo la sangre generada por la cotidiana violencia.