Compartir

“El espíritu de la danza es inseparable de la condición  humana”.

Una bailarina cisne

Viengsay Valdés, como Odette. Foto: teatronacional.cu

Con una atmósfera de credibilidad y una armoniosa integración entre drama y baile, se realizó en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional, la inolvidable presentación de El Lago de los cisnes.

Las funciones fueron protagonizadas por Viengsay Valdés, como Odette, quien efectuó un excelente trabajo en la coreografía, el estilo y la dramaturgia, pasando de la belleza y la delicadeza a la fuerza y la sensualidad desafiantes, y Moisés Martín, del Ballet Nacional de España, como Príncipe Siegfried, al que le fue algo difícil acoplarse a la maestría de la bailarina.

El Lago de los cisnes, que encanta por la técnica, elegancia y perfección de cada bailarín, estuvo dividido en tres actos, lo que permitió que el Ballet Nacional de Cuba mostrara su virtuosismo, así como su maravilloso aplomo y balance en el escenario.

El ballet, con coreografía de la Prima Ballerina Assoluta sobre la original de Marius Petipa y Lev Ivánov, y con la música de Piotr Ilich Chaikovski, muestra una fantástica historia de amor.

El cuidadoso trabajo con la coreografía, el estilo y la dramaturgia,  así como el contraste que se vislumbra entre el ambiente realista y la atmósfera misteriosa,  hacen historia dentro de la danza cubana.

Aunque con algunos fallos, el acople del conjunto femenino hizo saltar al auditorio y logró trasladarlos a un mundo mágico. El Ballet Nacional de Cuba presenta en escena un dinamismo y una fortaleza que involucra al espectador.

La pieza recorre toda la gama de emociones humanas que incluye prodigiosas transformaciones, encantamientos y monstruos malignos, pero donde el amor aparece como una fuerza triunfante sobre los más terribles poderes, y muestra una escenografía y un vestuario elegante.

Los bailarines mostraron una sincronía y un absoluto apego a la partitura musical, excelentemente interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional.

Giselle, a 175 años de su estreno mundial

Dentro del repertorio del Ballet Nacional de Cuba, Giselle posee una significativa importancia.

Dentro del repertorio del Ballet Nacional de Cuba, Giselle posee una significativa importancia, no solo en lo que concierne a su propia historia, sino también porque con ella, Cuba trasciende por primera vez en el ámbito internacional de la danza.

Obra cumbre del romanticismo, estuvo interpretada, este miércoles, en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, por los primeros bailarines de la compañía cubana, Anette Delgado y Dani Hernández, quienes demostraron con maestría el dominio de la técnica y la interpretación teatral, y contó con el acompañamiento musical de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana.

Con coreografía de Alicia Alonso sobre la original de Jean Coralli y Jules Perrot, la puesta en escena del clásico divido en dos actos, muestra electrizantes ejecuciones, así como un equilibrio  dramático y coreográfico.

La concisa narración, ligada al diseño de los bailables, traza una enseñanza moral entre los dos actos, destacando su gran homogeneidad. Cautivando al público por su música y su danza mágica, la pieza representa una coherencia en la ejecución y una técnica que estremece a todo el auditorio.

Reverencia aparte merece el cuerpo de baile, que destacó gran sincronía. La actuación de la reina de wilis, representado por Ginett Moncho, fue cimera, ya que mostró su dominio en el escenario, su fuerza y alcance teatral. La excelente escenografía nos traslada a la época, y aunque el primer acto fue más uniforme, el segundo llegó al clímax, destacando lo sobrenatural.

Elemento notable es el colorido vestuario que nos representa los estatus sociales con delicadeza y armonía. Giselle, en este 25 Festival de La Habana, conmovió al público por su grandeza interpretativa y sus proezas técnicas.

Las sílfides, renovación danzaria

La versión cubana de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso conserva la fidelidad al original de Mijaíl Fokin.

El conocido ballet neorromántico Las sílfides, con coreografía de la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso,  y con la interpretación  de Grettel Morejón, Rafael Quenedit, Claudia García y Aymara Vasallo, incorporó a la danza nuevos elementos de línea y composición, con los cuales se inició una renovación en el arte del ballet.

La versión cubana de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso conserva la fidelidad al original de Mijaíl Fokin, quien pretendió una obra más cercana a la poesía y la naturaleza del espíritu romántico. Desde su estreno, en 1908,  logró que la pieza se convirtiera un ballet sagrado del repertorio de todas las grandes compañías del mundo.

Debido a su carencia de argumento, se considera a Las sílfides el primer ballet abstracto en la historia. La armoniosa continuidad de la música va de la mano con todas las secuencias de movimientos ejecutadas por los bailarines, adornadas con expresiones de timidez, coqueteo y emoción.

En este ballet nada es precipitado, todo se ejecuta con suavidad, es una danza diferente, etéreo,delicado, lo que lo convierte en un digno representante del ballet clásico.