Si les pido una palabra que por su sentido entrañe amor y perseverancia, entrega y pasión constante; que signifique a la vez la cerradura y la llave, la creación y el universo, el nido, la fuente, el ave…

Una palabra que encierre enigma, misterio, clave, puerto, camino, refugio, cimiento, muro, estandarte, escudo, trinchera, espada… Verdad: la palabra es MADRE… Cuando era niño, en mi pecho la flor roja era la amable señal de que estaba viva la mujer más venerable, la que irradiaba luz propia, la del misterio insondable.

Hoy, cuando en mi corazón una flor blanca se abre, su ausencia y la soledad mi corazón se reparten.

Mas yo siento, madre mía, que el corazón se me parte, y aquella flor que era blanca, con el dolor que me abate, por tu recuerdo perenne se vuelve roja en mi sangre.