Lecuona, el genio y su música

La Habana, Cuba. – He tenido la suerte de entrar en contacto con el que es, sin dudas, uno de los mejores libros publicados acerca de Ernesto Lecuona. Y digo esto, porque han existido algunos acercamientos acerca de este importante músico cubano, lo cual no quiere decir que, aunque es uno de nuestros más universales autores, haya sido un privilegiado personaje en estudios biográficos o musicológicos tanto en Cuba como en otros lugares de Hispanoamérica.

El texto escrito por el cubano José Fernández (fallecido) y el español José M. Castellanos, salió a la luz en noviembre de 2000, pero no fue a las manos de los lectores de inmediato, enfrascado en una proceso penal con CajaCanarias, entidad que corrió a cargo de la edición, el libro no fue colocado en librerías de España o Cuba.

Hacia 2004 el volumen seguía incautado y apenas unos ejemplares en poder de los autores y algunas instituciones culturales estaban disponibles, razón por la cual ya desde un inicio -con una edición limitada a solo mil ejemplares- el texto clasifica entre los libros raros y valiosos.

Ernesto Lecuona

Propietario de una vida de entrega al arte y a la identidad de su Patria, ha sido deficientemente tratado por muchos de los estudiosos que se le han acercado. Y los deslices van desde afirmaciones erróneas sobre su fecha de nacimiento, ocurrida en agosto de 1895, hasta equivocaciones en fechas, características de sus aportaciones musicales, o relaciones familiares. Pero en algo coinciden todos y es el probado hecho de ser Ernesto Lecuona el más universal de los músicos cubanos en toda nuestra historia.

Emulo primero de otros grandes como lo fueron Cervantes, Simons y Roig, pudo hacer crecer una vocación de cubanía nacida de su contacto con la importante cultura negra de su natal Villa de Guanabacoa, hasta lograr hacer entrar esa música llegada desde África en los más selectos salones del “gran arte” de Europa y América.

En 1895 la isla de Cuba comenzaba su guerra definitiva por la independencia de España. Un periodista canario que se asentara primero en Matanzas y después emigrara a La Habana, para residir en la entonces Villa de Guanabacoa, se sabía dueño de un futuro en las letras cubanas.

Transcurrido el tiempo, sus hijos llegaron a hacerse de nombres imprescindibles para la cultura de Cuba.

Pero la familia quedaría acéfala a inicios del siglo XX, cuando el fundador de la misma, en viaje para reponer su salud en Santa Cruz de Tenerife, encontraría la muerte en su lugar natal, en una especie de llamado desde la tierra que lo hizo ir a expirar al lugar soñado por todos los emigrantes: al sitio donde se ha nacido. La premonición de la estirpe, hizo que su hijo menor, llamado como el padre, encontrara la muerte en aquella propia ciudad en 1963, en lo que algún poeta ha afirmado como la valía de la costumbre de no perder jamás “el sueño heredado del tiempo”.

Ernesto Lecuona

El libro, del que tomo los anteriores y otros datos, aborda estos temas y otros de la vida y la obra de Ernesto Lecuona y es que adentrarse en la citada obra es uno de esos privilegios que nos es dado por los misterios de la creación. Con prólogos del ilustre historiador cubano Eusebio Leal y del intelectual y político canario Gerónimo Saavedra, la obra ofrece la maestría de sus autores, el canario José Manuel Castellano Gil y el matancero José Fernández Fernández, fusión autoral que tiene la valiosa tarea de no dejar morir esas inferencias comunes de nuestras identidades.

El texto es, además, una muestra de los deseos de apostar a la cultura por parte de sus editores, La Caja General de Ahorros de Canarias, en su colección Obra Social y Cultural y que vale la pena que trascienda a otros públicos, en razón de que este texto está concebido como una pieza de coleccionista. Aunque valioso, el intento de Caja Canarias de tener un libro bien hecho e inmejorablemente editado, necesita nuevas réplicas en otras casas editoriales, ya sean cubanas o españolas, para que nuestros pueblos, destinatarios y protagonistas de la cultura cubana y canaria, puedan por esta vía recibir esa aportación musical del maestro,  rescatada de las sombras por las autorizadas firmas y la búsqueda incesante de los historiadores Castellanos y Fernández.

Lecuona el genio y su música

El libro es el resultado de una acuciosa investigación biográfica, donde los marcos hipotéticos que se demuestran van por caminos antes no transitados. Es un Lecuona humano, con sus amigos, sus virtudes, sus intenciones, su tiempo vital. Es ese Lecuona que no sólo fue quizás la mejor mano izquierda que se ha posado sobre un piano, o el más insigne de los que interpretaron aquella pieza de Gershwin, Rhapsody in Blue, o el aclamado intérprete pianístico que hizo vibrar a París, Nueva York, Madrid o las capitales de América hispana, es, también, el Lecuona que viajaba en barco porque no soportaba los aviones o que se enamoró de su casa en las afueras de La Habana y allí hacía una vida de arte con sus aficiones humanas, tan sencillas como las de otra persona que no tuviera una profesión tan ilustre. Es el Lecuona que dio vida de pasión a piezas de Bizet o de Liszt, pero que no olvidaba nunca en sus conciertos incluir obras de lo más íntimo de la cultura antillana, como para hacer saber al mundo refinado y culto donde se movía, que en estos destinos remotos también se hacía arte del bueno. Y en tal sentido, el nacionalismo musical cubano tiene en Ernesto Lecuona a uno de sus más insignes cultivadores.
Ernesto Lecuona.

Al reflejar a aquel músico en su tremendo sentido de la patrimonialidad, el camino transitado por el libro nos hace comprenderlo en sus inquietudes por la cubanía. María la O, La Comparsa, Siboney y muchas, muchísimas otras obras suyas, fueron el reflejo de haber bebido con el alma en los lugares comunes, pero imprescindibles, de lo más popular de la cultura cubana. Lecuona hizo creaciones de lo que nos identifica hasta dotar de sentido clásico a lo que un día naciera en el barracón de un ingenio, en la pupila de un campesino isleño cultivador de la tierra, o en los barrios marginales de nuestras ciudades. Seguramente es este sentido del análisis de los autores lo más dignificante y valioso de la investigación, ver al Ernesto Lecuona que exaltaron todos como un representante de lo más genuino de la cultura que surgió en Cuba de las raíces mismas de nuestra nacionalidad.

Este libro, aún no editado en Cuba, echa por tierra las insinuaciones de algunos que han tratado de colocar a Lecuona entre las filas de una exiliada oposición política a la Revolución Cubana que triunfó en 1959, haciendo un profundo análisis de las causas que llevaron al artista a residir en Estados Unidos y España.

Pero el libro no sólo nos trae esta magnífica aportación histórica y cultural. Además de la primera parte de la obra, identificada por EL GENIO y que ofrece un novedoso y bien pensado ensayo biográfico, el libro llega a una segunda sección que se interna en el camino de la utilidad, cuando aparecen las partituras de lo más significativo de la creación del bien llamado MAESTRO. En esa colección de partituras, muy bien seleccionadas, están obras casi desconocidas o muy poco interpretadas de Lecuona, incluyendo su música infantil, que el propio compositor valorara como la parte de su obra “por la que quería ser recordado”. La ternura de Bacanal de Muñecos, Carrusel y de otras piezas, acompañan a las inmortales Malagueña, Para Vigo me voy, y a otras que son parte de lo más significativo de las referencias hispanas de su creación, o de las obras del teatro lírico que tanto cultivó Lecuona y otras de alto sentido culto y popular que hoy son partes imprescindibles del acervo musical cubano, tan de moda por estos tiempos. Y en este sentido, la utilidad del texto escrito por Castellanos y Fernández amplia sus horizontes llegando no solo al gran público, sino que se convierte en un instrumento útil de referencia para investigadores y músicos.

Ilustraciones de gran significación, partituras de utilidad probada para extender en el tiempo la obra del destacado músico, anexos con programas de sus memorables conciertos, recordatorios de la música de Lecuona en el cine, sus nominaciones a los Premios Oscar, menciones de sus intérpretes favoritas, documentos aclaratorios de datos que hasta ahora eran confusos y análisis adecuados de la obra y el personaje, hacen de este libro una muy especial biografía. Por demás, la cuidada edición, donde destaca el trabajo de la empresa Color Relax y la impecable impresión, nos hacen ver este libro no ya como una obra más, sino como un digno esfuerzo que ha tenido el resultado de poder tener a Ernesto Lecuona, casi a los 40 años de su muerte, más cerca de lo que jamás pensamos.

Ernesto Lecuona, hombre sencillo en su grandeza, nunca imaginó tener una biografía como la que nos ha ofrecido ese binomio de autores. Puede que, incluso, le hubiera resultado incómodo un libro de tal magnificencia. Pero hay una razón más para la existencia de esta obra que dignifica a aquel personaje y es que, a grandes de la cultura universal, como lo fue Ernesto Lecuona, corresponden esfuerzos como este que hoy, para suerte de todos, tengo entre mis manos y que espero encuentre en Cuba un editor que la reproduzca para el amplio público lector de la mayor Isla de las Antillas.

El libro, pues, además de las apreciaciones que antes he descrito, se inscribe en el homenaje eterno de quienes admiramos la obra y la vida del bien llamado MAESTRO.