Con sus bolsos y mochilas, y con fingidas piruetas, pasan los revendedores proponiendo sus ofertas: artículos que adquirieron con divisas en las tiendas y que ellos acaparan de disímiles maneras.

En los bolsos te sorprenden con productos que escasean: lencería, canastilla, calzoncillos, camisetas, condimentos, confituras, fantasías extranjeras, y un catálogo imprevisto de chucherías de afuera…

Como antiguos mercachifles, sin recato ni cautela, a todo lo que revenden le redoblan lo que cuesta y en todo lo que proponen el precio crece y aumenta.

Vagos inescrupulosos, lúmpenes de clase obrera, ganan más que el que trabaja en fábricas y en escuelas. El cáncer del consumismo que a sus clientes enferma, en ellos hace metástasis de los pies a la cabeza.