La Copa América nunca le ha arrebatado a su par del Viejo Continente el protagonismo mediático. Foto: El Comercio.

Espoleado por algunas colegas me atreveré a compartir con usted mis visiones sobre la Copa América Centenario y la Eurocopa de Fútbol, que durante algunas fechas inundaron las pantallas de nuestros televisores. La primera llegó por oportunos sorbos, sin embargo la segunda fue transmitida íntegramente, convirtiéndose la oferta en general en excelente regalo para quienes cortejan al más universal de los deportes.

Confieso, como eterno aprendiz de cronista deportivo, que el fútbol me relaja, tal vez porque intento comprenderlo desde su perspectiva más humana, es decir no ondeo banderas de fanatismo, ni la derrota me conduce a la depresión. Eso me permite desde mi modesta opinión, plasmar mi parecer sin temor a ser tildado de entusiasta precipitado.

Históricamente y amparado por mis humildes conocimientos futbolísticos, me atrevería asegurar que la Copa América nunca le ha arrebatado a su par del Viejo Continente el protagonismo mediático. Es cierto que en el pasado, la contienda que se desarrolla en esta parte del mundo era más vistosa y atrevida, gracias a que los equipos participantes interpretaban a conciencia sobre la cancha lo mejor de los matices sociales que aderezan su cultura y esencia, eran fiel espejo de su patrimonio deportivo.

Actualmente, el nivel de juego en Sudamérica ha caído muchísimo. Los factores son diversos, sin embargo prevalece la incesante y despiadada compra de los clubes europeos, que utilizan su poderío económico para convertir la mayoría de la Ligas latinoamericanas en vidrieras donde se exhibe y adquiere una importante porción de lo mejor del talento mundial.

La inserción de los mejores futbolistas de esta parte del planeta en el circuito europeo ha permitido que sus atletas se nutran de la cultura técnica que tributan los latinoamericanos. Ello les ha consentido a nivel de selección nacional, progresar en su sistema de juego, antiguamente enfocado en la velocidad, la ruda defensa y el tenaz contragolpe.

Todo lo contrario acontece en nuestro Continente, donde las selecciones han desterrado el talento para enfocarse en concepciones ligadas a un fútbol de parámetros tácticos y musculares, divorciándose de la calidad técnica y de sus históricas nociones de juego.

Lo anterior tiene lógicas y afortunadas excepciones, pero lamentablemente, la continua partida de las mejores promesas hacia los torneos europeos, es una dinámica que debilita las lides regionales y contamina la identidad de algunos equipos, que son patrimonio de las ricas leyendas del más universal de los deportes.

Confrontar la Copa América con la Eurocopa proporciona a quienes se arrojen a semejante aventura un caudal inagotable de opiniones diversas; mi preferida y en la que tal vez muchos coincidirán: que el fútbol a pesar de sus escándalos por corrupción y otros demonios, se mantiene como sanador período de diversión, placer y distensión, del que se alimenta la humanidad. ¿Coincidimos?