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Fidel y Abel compartieron convicciones revolucionarias

La Habana, Cuba. – Yo voy al cuartel y tú vas al hospital, porque tú eres el alma de este movimiento y si yo muero tú me reemplazarás, le dijo Fidel Castro a Abel Santamaría unos minutos antes de salir hacia el Moncada.

La frase, dicha en un momento de insondable trascendencia, ilustra la confianza del Jefe de la Revolución en un joven de 25 años a quien había conocido en el entierro de Eduardo Chibás, casi exactamente dos años antes.

Desde entonces, entre ambos se estableció un profundo lazo, atado en el mutuo interés por cambiar el futuro de la nación.

Confió tanto Fidel en Abel que llegó a designarlo como segundo jefe del Movimiento y el único que conocía al detalle los planes de la Generación del Centenario.

No por complacencia, al saber de su asesinato, Fidel lo calificó como el más generoso, querido e intrépido de nuestros jóvenes.

Junto a la Patria

Abel tenía una mirada profunda, que a veces escondía detrás de unos espejuelos redondos con armadura de pasta. Esa es la mirada que aparece en casi todas las fotografías de la época, aunque en pocas está sonriente y hay un asomo de tristeza.

Es una seriedad que encubre a un joven alegre, lleno de inquietudes patrióticas, que hablaba con entusiasmo sobre Martí y Maceo.

Con un alto sentido de la justicia, pero a la vez comprensivo, era respetado desde niño cuando con solo 9  años comenzó a trabajar en la tienda del antiguo central Constancia, que hoy lleva su nombre, en el municipio villaclareño de Encrucijada.

En La Habana, de la ortodoxia pasó al movimiento clandestino de Fidel hasta ser asesinado en el Moncada. La idea más precisa de su ciclo vital la dio su hermana Haydeé: Abel, era realmente todo lo bueno de la vida.