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La Habana, Cuba. – Después de las enfermedades y las guerras, el terrorismo quizás sea la causa de mayor número de muertes en el planeta.

Es un flagelo que tampoco conoce de fronteras y que tiene raíces en extremismos ideológicos y religiosos. Pero es mucho peor cuando los estados hacen oídos sordos a esos actos y hasta cooperan o instigan a su realización.

Eso precisamente es lo que sucede con el ataque a la embajada de Cuba en Washingtonocurrido hace dos meses y medio, pero que aún ni siquiera ha sido condenado por la Administración Trump.  

Ese silencio, que denota complicidad, es además un estímulo para quienes identifican a las misiones diplomáticas como objetivos de ataques violentos. Y es que los grupos e individuos que han cometido actos terroristas contra Cuba han operado por años y siguen haciéndolo con impunidad en territorio estadounidense.

Estímulo al terror

La hipócrita actitud de Estados Unidos, que ha dado la callada por respuesta tras el ataque terrorista a nuestra embajada en Washington, ha servido de estímulo a algunos.

Por eso, después se han producido amenazas contra la integridad de diplomáticos y embajadas cubanas en Estados Unidos, así como en México, Costa Rica, Antigua y Barbuda, Canadá, Austria, Angola, Irán y Chipre, y en la Misión Permanente de Cuba ante la UNESCO en París.

Ese es, en definitiva, el resultado directo de la política y del discurso agresivo de Washington contra nuestro país y de la instigación a la violencia por parte de políticos y funcionarios estadounidenses.

Son acciones que incitan a extremistas sin escrúpulos a cometer actos terroristas contra inocentes. Ellos, en sus acciones, reciben el aliento mortífero del diablo. 

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