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Guáimaro abrió la historia constitucional de Cuba

La Habana, Cuba. – A seis meses exactos de haber Cuba emprendido la lucha por su independencia, se reúnen en Guáimaro, Camagüey, los representantes de las tres regiones en guerra. Su objetivo: fundar. Inaugurar la rebeldía para que la nación en ciernes produjera frutos con el acuerdo de sus hijos.

Nada de arbitrariedades, sino la ley por delante. Los padres querían que la nueva República creciera dentro de un marco jurídico regulatorio, y que la democracia nutriera las raíces, el tronco, las ramas y cada hoja, el cuerpo todo de Cuba como nación.

La constitución aprobada en Guáimaro, sentaría las bases de una legalidad moderna, robusta, ajustada a los requerimientos de los cubanos.

Esa piedra fundacional lanzaba al futuro la premisa de que todos los cubanos, sin que nadie quedara excluido, teníamos el derecho de construir Cuba, pero también el deber de velar porque esa construcción se mantuviera en pie, y creciendo.

Guáimaro, el clamor de los padres

La clarinada jurídica que lanzaba Guáimaro en 1869, atravesó el calendario, las décadas, y mantiene su energía y pureza. 150 años después, una nueva Carta Magna lleva los anhelos de aquellos patriotas: nueva porque los tiempos han cambiado y se precisan ajustes; pero la misma por el espíritu que enlaza las almas.

Una Carta Magna en la cual nadie quedó fuera; pensada desde adentro, escrita desde adentro, discutida desde adentro, y desde adentro refrendada.

La continuidad no es retórica, sino democracia. Y más: privilegiada en su devenir histórico por la unción del Apóstol José Martí: Una Carta Magna de todos, con todos y para el bien de todos.

La Constitución que ahora la Asamblea Nacional oficializa, se parece a los cubanos de hoy, pero los cubanos de hoy no nacimos por generación espontánea: llevamos en nuestras venas la sangre de los padres.