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Por: Miguel Alejandro García

Piedra vinculada a varias historias de misterio, el precioso diamante del Capitolio de La Habana, debe su origen se a la realeza rusa, pues perteneció a la corona del último zar, Nicolás II.

Con los bolcheviques al poder, y obligados a abdicar, la familia real fue desposeída de las riquezas y joyas, entre ellas la corona, despojada de sus diamantes.

Uno de estos, de 25 quilates, llegó a Cuba, entre otras piezas, a manos del joven joyero turco Issac Estefano. Vendido en un precio muy inferior a su valor, el diamante del zar Nicolás II se coloca en el Salón de los Pasos Perdidos, en el Capitolio Nacional de Cuba, donde permanece desde 1929.

Su ubicación marca el punto cero de donde parte la Carretera Central que recorre toda la Isla, proyecto también impulsado durante la presidencia de Gerardo Machado.

El fiel

A pesar de del destino del diamante del zar ruso Nicolás II antes de llegar a Cuba, en el año 1946 ocurrió el mayor misterio, desapareció sin dejar rastro.

Hurtado y devuelto un año después en un sobre sin remitente, apareció en la mesa del despacho de Ramón Grau San Martín, quien fuera presidente de la República de Cuba hasta dos años después.

El diamante fue devuelto a su lugar original en el corazón del Capitolio, donde permaneció hasta 1973, cuando fue sustituido por una réplica. El diamante original se conserva en el Banco Central de Cuba.

Según la Revista Sputnik, la fábrica rusa de diamantes de Smolensk entregó a Cuba una nueva piedra preciosa, como muestra de amistad. Se denomina El Fiel y ocupa el lugar del anterior, en el suelo del Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio de La Habana.