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Por Roger Ricardo Luis

El año que se va deja el aniversario 40 del terremoto de Ciudad de México, acaecido el 19 de septiembre de 1985, con magnitud de 8.1 grados en la escala Richter.

A partir de las 7 y 17 am, cuando detonó la catástrofe, y durante algunas horas de ese día, el mundo tuvo la percepción de que la capital mexicana había desaparecido.

El sismo de ciudad de México dejó un estimado de 20 mil fallecidos y pérdidas económicas en unos 8 mil millones de dólares, destruyó la infraestructura de comunicaciones de la ciudad: teléfonos y teletipos, medios vitales entonces para transmitir la información al mundo, también colapsaron.

Era una crisis encima de la otra: la infinita y devastadora realidad que había que reportar y la nula posibilidad de hacerlo; expone en una crónica del recuerdo el colega mexicano Gerardo Arreola.

En busca de conexión

En busca de un lugar para enviar los despachos informativos sobre el terremoto de 1985 en la capital mexicana, un grupo de periodistas llegó al club de corresponsales extranjeros.

Allí los esperaba la frustración: la moderna sala de comunicaciones dotada de teléfonos con salida internacional directa y servicio de teletipos también había colapsado.

El teletipo era un sistema de comunicación de punto a punto mediante señales binarias similares al telégrafo; cada usuario tenía un terminal con teclado y el texto que se transmitía aparecía de inmediato en un rollo de papel que avanzaba y se podía leer.

Sobre las 10:00am, apareció en la sala de prensa de Ciudad México uno de esos equipos que parecía funcionar, y se organizó una fila de reporteros que intentaban, en aquellos tiempos sin internet, enviar las primicias de la noticia a su redacción.

Otro sismo

Las situaciones de alto riesgo forman parte del trabajo de los reporteros y, aún en ellas, garantizan que sus medios informen a los públicos lo más inmediatamente posible.

Así ocurrió en este ejemplo recordando el aniversario 40 del terremoto de Ciudad de México en 1985: cada periodista en la sala de prensa y ante una situación tecnológica precaria, logró el enlace e improvisó su noticia.

Al día siguiente acudió al club un alto funcionario del gobierno con información oficial de lo acontecido; mas, de repente, una escalera de madera crujió, las lámparas y el piso se movieron: apagón y un gran estruendo.

La sacudida hizo que la sala de conferencias, repleta de corresponsales, en segundos quedara vacía; minutos después, fieles a la noticia, los periodistas volvían ilesos y ante el único teléfono sobreviniente reportaban el suceso al mundo.