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Para los que peinan canas y visitaron periódicamente las llamadas Playas de Marianao, puede resultar sorprendente que la empresa a cargo de las transformaciones no haya decidido conservar la imagen que se ganó en la historia de ese municipio el Rumba Palace.

Aún cuando el Coney Island se convirtió en La Isla del Coco, es más común oir decir: quédate en la parada del Coney, pues la tradición se ha mantenido.

Pero, asombra que Artex no haya utilizado como atractivo para el local en construcción la historia del desaparecido Centro Nocturno que ocupó aquel terreno donde se pretende seguir disfrutando de la música.

Una inmersión en la historia

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El Rumba Palace fue un modesto Centro Nocturno de tercera categoría que contribuyó al desarrollo y difusión de la música cubana, en particular del son y la rumba.

Ubicado en el llamado Callejón de las Fritas, fue hasta la década de los 60 del pasado siglo -junto a El Niche y La taberna de Pedro-, una de las principales atracciones de La Habana, sobre todo para los trasnochados que concluían allí sus francachelas, después de salir de los cabarets o Clubes de La Habana Vieja o El Vedado.

A pesar de sus etiquetas de marginales, atraían a exponentes de todos los sectores sociales, y su atmósfera deslumbró a personalidades como García Lorca, Agustín Lara y Marlon Brando, entre otros ilustres visitantes.

Por sus salones pasaron músicos de la talla de El Benny, Bola de Nieve, Chano Pozo y ese virtuoso del timbal que fue Silvano Shueg Hechavarría, conocido por El Chori.

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¿A cuántas viejas construcciones en ruinas de La Habana Vieja los encargados de levantar nuevos y modernos hoteles no le conservaron y reconstruyeron sus viejas fachadas para que armonizaran con su entorno? ¿No podría hacerse lo mismo con el Rumba Palace, copiando la atmósfera de antaño con sus columnas imitando palmas barrigonas y la exposición en sus paredes y fotos del pasado siglo?

Sin dudas, un Rumba Palace remozado sería un gran atractivo para turistas foráneos y nacionales, donde nuestros músicos contribuirían a aumentar el prestigio del sitio, ya de por sí histórico.

No logramos aprender que nuestra historia, nuestra cultura y nuestras tradiciones son tan ricas que a menudo constituyen un incentivo para quienes nos visitan desde el exterior o de otras provincias de nuestro país; pero muchas veces el bosque no nos deja ver el árbol.