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La décima sería el lenguaje de las palmas si alguna vez se les ocurriera hablar. Pero como no se deciden, de vez en cuando nace alguien que traduce sus rumores.

Intérpretes suyos fueron en tiempos pasados José Fornaris y El Cucalambé; para el siglo XX, y por mucho tiempo tuvimos los servicios de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí.

Su nacimiento ocurrió un 30 de septiembre de 1922, en Guanabacoa, La Habana. Quizás desde entonces el campo verde y el cielo azul lo ungieron como profeta de la cubanía, prestándole colores a su imaginación y su verbo.

Los primeros frutos del poeta maduraron con la zafra de 1946, en el poemario “Guardarraya sonora”, que desde el título era a la vez culto y popular.

De Nemesia, el bloqueo y Cinco estrellas

Con el tiempo, Jesús Orta Ruiz siguió siendo el bardo de la Patria de yarey y machete, pero también fue luchador clandestino, periodista y delegado, y sobre todo, la voz elegíaca de la Revolución firme.

Aún ahora se sigue viendo la luz de su poesía, y el Indio Naborí continúa esgrimiendo un verso tan inspirado como nunca.

En la misma rima de la “Marcha triunfal del Ejército Rebelde”, que proclamó la alegría y la tristeza de la niña carbonera y sus zapatos blancos, Jesús Orta Ruiz nos canta las causas de los tantos avatares de estos años.

Con él llamamos al genocida bloqueo imperialista “Acuerdo del capital para socavar la gloria”, y gritamos alegres que nuestros Cinco Héroes volvieron con vida plena. Porque después de todo, eso mismo dirían nuestras palmas.