Luego del Pacto del Zanjón en febrero de 1878, que dio fin a la Guerra de los 10 Años, quedó el Oriente sin rendir armas; allí había que hablar con un mulato de cuna brava, Mayor General y guerrero en más de ochocientos combates.
El 15 de marzo fue la entrevista entre Antonio Maceo y el general español Arsenio Martínez Campos, en la sabana del Baraguá en tierras santiagueras, a la sombra de los históricos mangos.
El Titán exigía la paz honrosa, sin exigencias deshonrosas por parte del bando español, y al no aceptar el peninsular los requerimientos, quedaron nuevamente abiertas las hostilidades; Antonio Maceo no salvó aquella guerra en situación de crisis, pero levantó las banderas de la independencia y dignidad nacional.
La Protesta de Baraguá quedó como símbolo de momentos difíciles, como honra de un pueblo empeñado en ser libre o morir.
¡Muchachos, el 23 se rompe el Corojo!
La reunión entre Antonio Maceo y Arsenio Martínez Campos en Baraguá devino ratificación de las diferencias entre cubanos y españoles.
Se estableció un término de 8 días para que las tropas ocuparan los territorios escogidos y continuara la lucha; de esa histórica reunión quedó en la tradición patria la frase de “¡Muchachos, el 23 se rompe el corojo!”, pronunciada por el capitán de combate Fulgencio Duarte, presente como parte de la comitiva cubana.
Luego se elaboró y aprobó una breve constitución y se formó el Gobierno provisional de Oriente, cuyo objetivo era proseguir la lucha contra España y a favor de la independencia.
Fidel Castro dijo de la Protesta de Baraguá que con ella llegó a su cumbre el espíritu patriótico de nuestro pueblo y las banderas de la patria y de la revolución fueron colocadas en su sitial más alto.