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Diciembre, con su colorido, sus ligeros frentes fríos y su carga de alegría y preparativos corre como si quisiera alcanzar rápido las tradicionales fiestas de despedida del fin del calendario y el recibimiento del nuevo año.

En todo núcleo familiar siempre alguno de sus miembros desborda entusiasmo, a ése se le asigna la tarea de organizar y crear una especie de cronograma; y casi siempre a los más jóvenes se les encarga la decoración del hogar.

A las ama de casa les toca los misterios del mercado; y la compra del cerdo, por lo general, al cabeza de familia; pero también está el tío, al que le corresponde garantizar la cerveza, vinos y rones; y al final está la mesa repleta de golosinas y en el centro el lechón metido en su púa bien doradito.

Esa la forma de celebración de cualquier familia cubana, de modo sencillo, criollo y sin refinamientos, en familia y amigos, todos al ritmo de buena música.