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Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”, pedía José Martí cuando sus sueños de independencia eran apenas un ideal.

Y cuando hoy más de 8 millones de electores concurran a las urnas para avalar la nueva Constitución que regirá los destinos de la Patria, se dará un paso crucial para garantizar un modelo de país más fuerte y pujante, con invariables principios de justicia social defendidos por la Revolución.

Hace 124 años volvió a arder en Cuba el sentimiento rebelde de su pueblo, cuando Martí supo juntar a veteranos y bisoños para encauzar la guerra necesaria contra el dominio colonial.

Él confió en la unidad como fundamento de tamaña obra, que sigue siendo imprescindible para que la nación siga en pie, resistente ante las apetencias del vecino avieso.

Pautas para nuevos tiempos

La Carta Magna que hoy se somete a referendo es fruto de un transparente y ejemplar proceso de debate en la sociedad cubana. Amplia y sin cortapisa fue la participación ciudadana para exponer criterios, propuestas, dudas.

Llega ahora un texto que reafirma la irrevocabilidad del sistema socialista, el papel rector del Partido; introduce cambios en la estructura del Estado; reconoce varios tipos de propiedad; fortalece la autonomía de los municipios; preserva y a la vez amplía los derechos humanos y sus garantías.

Es una Constitución acorde con estos tiempos de renovación, sin que se quiebre el engarce con el legado de una Revolución martiana y fidelista defendida por un pueblo que sabe de sacrificios y heroísmos, de entereza y rebeldía.

Porque es de esos que -como pedía el Apóstol- ponen la carne dura, de modo que eche afuera los dedos atrevidos.

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