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La Habana, Cuba. – Los que se quejan de nuestro invierno tropical deberían visitar la ciudad de Norilsk, la más fría de Rusia, a unos 320 kilómetros del círculo polar ártico, y donde las noches durante el invierno no se acaban nunca.

Es un lugar de extremos brutales, pero también de grandes riquezas naturales por sus yacimientos de paladio, un mineral raro que se usa en los teléfonos celulares y que se vende a más de mil dólares por menos de 30 gramos.

Durante el largo y oscuro invierno, el sol deja de salir, y la ciudad de Norilsk  se cubre con una noche polar que esta vez comenzó a fines de noviembre.

Los pobladores de la región, unos 175 mil habitantes, han convertido un terreno ártico salvaje en una ciudad industrial de chimeneas humeantes entre bloques de apartamentos de la era soviética.

¿Se atreve a ir?

Más allá de la ciudad de Norilsk, que se encuentra al noreste de Moscú, en el norte de Siberia, se extiende un territorio inexplorado interminable, inhabitado e inhóspito, con una naturaleza agreste.

Allí murieron los últimos mamuts salvajes y al excavar para los cimientos de los edificios, se encontraron los huesos de los animales.

Los lugareños se refieren al resto de Rusia como “el continente”, pues no hay caminos o líneas de tren que conecten a la ciudad de Norilsk con partes de Rusia fuera del Ártico; la única manera de llegar y salir es por avión o por barco en el océano Ártico.

A pesar del clima, de la contaminación industrial y de la ausencia de luz solar desde noviembre a enero, los residentes sienten enorme orgullo por su ciudad, donde el invierno pasado las temperaturas cayeron hasta más de 60 grados Celsio bajo cero.