La Habana, Cuba. – Caminar por La Habana significa descubrir, a cada momento, obras de inestimable valor social y cultural. Entre ellas se encuentra, sin dudas, nuestro Cementerio Cristóbal Colón, considerado la más sorprendente necrópolis del mundo, por la belleza y magnificencia de sus construcciones, mausoleos y monumentos.
Estos de alguna manera traducen la sensibilidad, espíritu y formas de manifestar el amor popular hacia sus seres queridos, héroes y defensores de la Patria.
De visita obligada para cubanos y extranjeros, esa singular ciudad funeraria de 560 mil metros cuadrados encierra entre sus vetustos muros los más variados estilos, entre ellos el ecléctico, gótico, militar, renacentista y moderno, así como rejas, vitrales, maderas preciosas, querubines alados y otras creaciones.
Exigencia de los nuevos tiempos
La construcción del Cementerio Colón fue resultado del crecimiento demográfico, económico, social y cultural de La Habana en el siglo XIX. En aquella época, el Cementerio de Espada se hizo pequeño y los nuevos tiempos exigían algo superior.
Se convocó entonces a un concurso que seleccionó el proyecto del arquitecto gallego Calixto Aureliano de Loira y Cardoso, diseñador también de la primera tumba que, como ironía del destino, recibió sus restos poco tiempo después.
En 1886 quedó finalizada la obra, integrada por un muro perimetral, solución vial del arbolado, portadas de acceso, edificios administrativos y capilla central.
Esa distribución urbanística recuerda un campo militar romano, con el “modus” al centro, y la forma de una gran cruz acompañada por otras cuatro secundarias.
Impresionantes obras
Entre los monumentos más destacados del Cementerio Colón está la gran puerta de entrada, conocida también como Puerta de la Paz o Puerta Norte, un hermoso arco de triunfo ecléctico, que se divide en tres cuerpos de acceso.
Su monumentalidad finaliza en una pirámide truncada, sobre la que descansa el conjunto escultórico de mármol formado por las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad.
También imposible de ignorar u olvidar es la bizantina capilla central, con pinturas del cubano Melero y vitrales procedentes de Colonia, Alemania.
Se encuentran, además, el monumento erigido a los estudiantes de medicina asesinados en 1871, y la lápida con un Doble Tres esculpido, donde reposa una anciana que murió cuando perdía un juego de dominó con esa ficha en la mano.
Homenaje a los muertos
Otra obra conmovedora del habanero Cementerio Colón es la dedicada a la legendaria Amelia, inmortalizada en una estatua a la que acuden cada día personas de todo el país a hacerle promesas y depositarle obsequios y flores.
Se incluyen, además, las numerosas tumbas, de increíble esplendor, levantadas en honor a personalidades y héroes.
Declarado en el año 1986 Monumento Nacional -razones sobran-, nuestro Cementerio Colón, como se nombra comúnmente, deslumbra e invita, impresiona y estremece, pero sobre todo, estimula a perderse entre sus arbustos, calles y arte funerario, para descifrar en el silencio la belleza que el hombre ha sabido crear como homenaje a sus muertos.