La Habana, Cuba. – Desde 1830 en adelante, casi todos los presidentes de los Estados Unidos quisieron la anexión de Cuba.
John Quince Adams consideró el asunto, que resurgió a principios de 1860, cuando los Estados Unidos de entonces se retiraron de la incipiente Unión y establecieron la titulada Confederación del Sur, con Jefferson Daves y Alexander Sthephens, dos anexionistas de tipo agresivo, como presidente y vicepresidente.
El tal Daves declaró en la Convención Demócrata de julio de aquel mismo año, que adquiriría Cuba, pero la Confederación no entraría en regateos con España, sino que avanzaría y conquistaría la Isla.
Para los anexionistas, Cuba estaba en la ruta expansionista de la nación del Norte, que debía posesionarse de ella.
La Guerra de Secesión y la anexión de Cuba
En vísperas de la Guerra de Secesión, William Steward, Secretario norteamericano de Estado en el gabinete de Abraham Lincoln, propuso la guerra con España para quedarse con Cuba.
Argumentó el histórico pretexto yanqui de conjugar una crisis económica interna desviando la atención hacia una guerra con el extranjero. Se intentaba adornar aquella maniobra con el supuesto incentivo que la anexión de Cuba atraería el sur al seno de la Unión norteamericana.
Pero Lincoln rechazó el proyecto y el plan fue postergado cuando estalló el conflicto secesionista.
En su libro Historia de Cuba y sus relaciones con Estados Unidos, Philips Foner consigna que no fue una sola la causa del aspirado anexionismo, al tiempo que hacía notar el papel desempeñado por los pueblos cubano y norteamericano contra esa idea.
Único camino, la indepenedencia
Hasta finales del siglo XIX, el anexionismo siguió latente en algunos sectores de Estados Unidos y sus asociados en Cuba. Pero nunca llegó a ser tan visible como durante la etapa anterior a la Guerra de Secesión.
En Cuba, desde la década de 1860 era evidente que el anexionismo no era la solución a los problemas nacionales, así pues, los cubanos tomamos el camino de la independencia total.
Esa es la ruta que cimentamos hoy y ninguna nueva maniobra de anexión o estrategia de dominación made in Washington podrá revertirlo.
Cualquier nueva afrenta que la Casa Blanca aspire imponer a los cubanos para intentar socavar a la Revolución tendrá una única respuesta que, por conocida y comprobada, no es necesaria repetir.