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La Habana, Cuba. – Muchos escritores, poetas, filósofos, políticos, artistas y hasta deportistas han usado nombres distintos a los suyos reales para firmar sus obras o presentarse ante el público. Es más, se han hecho famosos con esos seudónimos, que así se llaman esos nombres supuestos.

En eso de recurrir a un seudónimo pueden influir, lógicamente, varias razones, como cuestiones sentimentales, el afán de algunos por permanecer en el anonimato o incluso el deseo de buscar un nombre más llamativo que el suyo propio, capaz de ser recordado con mayor facilidad.

Ejemplos hay muchos. Chile tiene dos, particularmente célebres. Los dos fueron poetas, merecedores del Premio Nobel de Literatura.

Nos referimos a Lucía Godoy, que fue maestra y diplomática, pero pasó a la historia como Gabriela Mistral. El otro se llamó Neftalí Ricardo Reyes. Para el mundo: Pablo Neruda.

Una lista casi interminable

¿Quién no ha leído las obras de Máximo Gorki, el autor de textos como La Madre? Ah, pero muy pocos saben que su verdadero nombre era Alejo Pechko.

¿Y qué decir de Juan Bautista Poquelin, el famoso comediógrafo y actor francés nacido en 1622, considerado un genio del arte teatral? Moliére fue el seudónimo con el que se hizo famoso en todo el mundo.

Y Rubén Darío, una de las figuras máximas de la lírica contemporánea, nació en Nicaragua, con el nombre de Félix Rubén García Sarmiento. En el campo de la política recordemos que Vladimir Ilich Ulianov fue conocido mundialmente como Lenin.

Hay otros personajes, como George Sand, que se llamaba en realidad Aurora “Dupán”, y Stendhal era Enrique Beyle. Claro que tal vez usted recuerde otros seudónimos célebres, porque la lista es mucho más extensa.

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